Prefacio.
Biólogos estudian a Dios

            Vladimir Antonov fue el primero entre los científicos-biólogos que incluyó en el ámbito de sus estudios las formas no materiales de vida, formas entre las cuales está Dios en Sus diferentes Manifestaciones. Él no es solamente un teórico, quien haya estudiado detalladamente este tema, sino un práctico espiritual que ha combinado exitosamente el conocimiento recibido de Dios con su experiencia personal, la que obtuvo durante sus estudios sobre Él.
      Vladimir Antonov alcanzó grandes resultados en este campo y publicó decenas de libros junto con las películas-discursos. Muchos de estos han sido traducidos a varios idiomas.
      Él y sus colegas —durante decenas de años de abnegado trabajo y a pesar de numerosos ataques de personas poco desarrolladas— lograron crear la metodología de perfeccionamiento espiritual, una corriente moderna en la ciencia.
      Este conocimiento integral contiene:
      — Los datos históricos, incluso las traducciones adecuadas de los textos filosóficos y las selecciones de las citas de las Enseñanzas de Thoth el Atlante (Hermes Trismegisto en Su siguiente Encarnación), de Pitágoras, de Krishna, de Lao Tsé, de Gautama Buda, de Jesús el Cristo, de Mahoma, de Babaji de Haidakhan, de Sathya Sai Baba y de muchos otros Maestros Divinos, los Representantes de la Conciencia Primordial (o Creador).
      — La descripción de Dios, incluso las explicaciones precisas y completas de términos tales como Dios, el Absoluto, la Conciencia Primordial, el Creador, el Espíritu Santo, la Trinidad, la multidimensionalidad (real) del espacio, el infierno, el paraíso, la Morada del Creador, la Evolución de la Conciencia Universal.
      — La descripción de las grandes y pequeñas etapas de la ascensión espiritual del hombre hacia la Perfección. Estas etapas llevan al conocimiento directo y personal de Dios en forma del Espíritu Santo (o Brahman) y en forma de la Conciencia Primordial; luego el practicante puede obtener la Divinidad en la Unión con Ella.
      Todo esto, y mucho más, es descrito y examinado, bajo diferentes puntos de vista conforme a diferentes situaciones, en las obras de la Escuela científico-espiritual de Vladimir Antonov.
      ¿Cuál es, en términos generales, la concepción metodológica de la Escuela?
      1. La aspiración a la pureza ética, tal como la entiende Dios (y no unos u otros grupos de personas en unos u otros lapsos de tiempo) es la base para el perfeccionamiento espiritual de cada hombre.
      2. El significado de nuestras vidas en la Tierra consiste en el autoperfeccionamiento activo para conocer a nuestro único e indivisible Creador y unirse con Él en el perfecto Amor mutuo. Dios no necesita de nuestras reverencias ni de oraciones pordioseras, sino de nuestros esfuerzos por LLEGAR A SER MEJOR según Sus Enseñanzas.
      3. Dios es Amor. Y para acercarnos a Él, según la calidad de las conciencias, nosotros también de-bemos transformarnos en el Amor. El «órgano» que produce las emociones de amor es el corazón espiritual. Éste puede empezar su desarrollo en el chakra torácico, anahata. Y luego podemos crecer, como corazones espirituales, hasta dimensiones que superan significativamente el tamaño de nuestros cuerpos físicos. Es sólo a condición de tener tales corazones espirituales que podemos conocer a Dios en Su Grandeza.
      4. Otro trabajo que el practicante debe realizar durante su autoperfeccionamiento es la refinación de la conciencia, la que se logra, primeramente, mediante el manejo y control de las propias emociones. Es posible cumplir esta tarea aprendiendo el arte de la autorregulación psíquica, cuya metodología también fue elaborada en esta Escuela.
      5. El nivel del desarrollo intelectual de los adeptos predetermina su progreso. Por lo tanto, es necesario:
      a) preocuparse por elevar el propio nivel intelectual y también el de las personas dependientes (incluso de los niños);
      b) los instructores de las disciplinas espirituales no deben tratar de llevar a sus discípulos a las etapas del desarrollo en las cuales estos últimos todavía no pueden mantenerse segura y establemente.
      Ustedes pueden encontrar los materiales actualizados de esta Escuela en los siguientes sitos web:
     www.new-ecopsychology.org
     www.philosophy-of-religion.org.ua
     www.swami-center.org
     www.spiritual-art.info
     www.meaning-of-life.tv
     www.path-to-tao.info
     www.pythagoras.name
     www.atlantis-and-atlanteans.org

     www.highest-yoga.info 
     www.encyclopedia-of-religion.org
     En los últimos años, Vladimir Antonov y sus compañeros más íntimos ya no dan clases, lecciones, talleres, etc., considerando que cada uno que desea puede perfeccionarse por sí mismo usando los manuales mencionados y la ayuda de Dios.
      Lo que voy a relatar a continuación no ha tenido lugar recientemente.
 


Despedirse de los gatos

            Hace muchos años escribí a Vladimir por primera vez. En aquel entonces era una estudiante de la facultad de medicina. Debido a que, por lo visto, yo no comprendía completamente algunas cosas, Vladimir me propuso trabajar en el aspecto ético de mi vida y escribirle otra vez después de graduarme (o sea, después de cuatro años); por supuesto, si no cambiara de opinión para entonces.
      Yo le escribí después de 6. ¿Por qué? Porque me consideraba no preparada y desmerecedora.
      En la nueva carta pedí a Vladimir algunos consejos y suponía que nuestras relaciones no irían más allá de esto.
      Pero Vladimir, por el contrario, me contestó con mucho afecto.
      Luego nos escribimos durante dos meses hasta que él, de repente, me comunicó que quería encontrarse conmigo personalmente. ¡Yo, de verdad, no esperaba tal peripecia! ¡Mi triste futuro, súbitamente, empezó a brillar de colores radiantes!
      Quedamos en que nos encontraríamos en la primavera, en los últimos días de abril. En el tiempo que restaba hasta aquel encuentro, yo debía, por mí misma, estudiar el curso de raja yoga, descrito por Vladimir en sus libros y películas.
      Durante aquellos meses, también tuve que pasar a través de varias pruebas, las que, teóricamente, podrían provocar el aplazamiento del viaje. ¡No obstante, yo ya sabía y entendía muy claramente que Dios me estaba probando!
      En particular, conmigo vivían un gato y una gata de seis meses. ¡Yo les amaba muchísimo! Sin embargo, comprendía que Vladimir no aprobaría ese apego mío, el cual no me permitía ni siquiera dejar mi casa por unos pocos días. Sí, por un lado, me daba pena tenerlos en un departamento pequeño como en una jaula, pero, por el otro lado, ¡tenía miedo de permitirles ir a la calle, donde, como yo pensaba, un carro les podría atropellar!
      Recuerdo que una vez, delante de mis ojos, un gato, cruzando la calle, saltó directamente a las ruedas del carro. El carro se fue, pero el gato se quedó acostado retorciéndose. Y a lo lejos ya se veían los faros del otro carro. Me lancé a la autopista y, recogiendo el gato, corrí con él hasta el lado opuesto, lo puse sobre las hierbas debajo de un abedul. Un sencillo gatito blanco-negro, pequeño, indefenso, con los ojos medio cerrados, tan cálido… Él se contrajo por última vez en agonía y murió.
      Y yo seguía teniendo mis mascotas entre cuatro paredes.
      ¡De repente, Vladimir me escribe que me está viendo (¡desde otra cuidad!) «en unión con los gatos»! ¡Es muy bueno que les ames así, me dice, pero para ti es el tiempo de unirte, en las emociones de amor, con Dios, y no con los gatos!
      Además, Vladimir señaló que, quizás, fuera mejor posponer nuestro encuentro, si en aquel entonces para mí resultaba difícil estar de acuerdo con que era mejor entregar los gatos en las buenas manos de otras personas.
      ¡Me paralicé de sorpresa! ¿Cómo pudo él definir tan precisamente mi situación?
      Pues, ni siquiera yo misma sospechaba que estuviera «en unión» con algo o alguien. Sin embargo, analizando después toda esta situación, comprendí que el cubrir con mis besos sus pequeñas narices y sus vellosas y suaves panzas era justamente esa manifestación del amor de la cual habló Vladimir!
      Era el problema de la redistribución de los indriyas. Nosotros podemos dirigir nuestra atención y amor hacia los objetos materiales, incluso, por ejemplo, hacia los gatos o perros, o podemos dirigirlos hacia Dios a Quien amamos tan fuertemente que aspiramos a Su conocimiento y a la Unión con Él.
      Además, yo vi que, a pesar de ser médico, mi propia salud dejaba mucho que desear. El conocimiento que obtuvimos en la universidad no era suficiente ni siquiera para que nosotros mismos, los estudiantes, tuviéramos salud.
      Estuve convencida de que debía resolver estos problemas lo más pronto posible.
      Después de tres días, saliendo para el trabajo, dejé que el gato, quien ya durante mucho tiempo ansiaba huir de la casa, lo hiciera. Mirando atrás, lo vi por última vez, corriendo alegremente con la cola levantada, y me fui.
      En cuanto a la gata, se la pude regalar a una amiga. Así mi animalito podría vivir más contento en compañía de otras cinco gatas.
      Y, por fin, en mi casa se posó el silencio. Se desocuparon los indriyas y pude dirigirlos entonces a Dios. Justamente de eso me hablaba Vladimir.
      No tuve ninguna duda más acerca de mi viaje.
      Empecé a trabajar enérgicamente sobre mí misma, usando los métodos elaborados por Vladimir. Limpiaba mis chakras y meridianos. También trataba de aprender a mirar desde los chakras. ¡Me resultaba muy bien! ¡La salud mejoró notablemente! ¡Mi rostro se hizo más joven hasta tal grado que incluso mis conocidos dejaron de reconocerme!




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PRIMER ENCUENTRO

      En el camino a su cuidad, yo, con éxito variable, trataba de calmar el caos de los pensamientos y relajarme. No obstante, la seriedad del encuentro que me esperaba no dejaba que mi mente se relajara. ¡Lo más importante fue no arruinar todo, no cometer tonterías! Yo temía que Vladimir se desengañara de mí porque «en vivo» yo resultaría ser diferente, y no como él me vio durante nuestra correspondencia.
      Mi tensión y nerviosidad, pienso yo, crearon la situación respectiva: los policías detectaron que mi foto en el pasaporte no se parecía a mi aspecto real. Esto despertó sus sospechas y ellos me hicieron repetir varias veces mi firma y mostrar algún otro documento, y hasta pidieron asistencia. Pero, finalmente, me dejaron ir.
      Luego viajé hasta la estación del metro donde deberíamos encontrarnos con Anna, una de los pocos colegas y ayudantes de Vladimir. (Nosotros habíamos intercambiado nuestras fotografías y la descripción de la ropa con anticipación).
      Yo vi a Anna y di un paso hacia ella. Ella sonrió abiertamente, y en ese entonces comprendí que ¡había llegado!
      Nos abrazamos. Mi miedo se desvanecía paulatinamente, cediendo lugar a la alegría. Anna dijo que también me reconoció con dificultad. Mi apariencia cambió muchísimo comparando con la fotografía que envié a Anna.
      Durante el camino a la casa en la cual me quedaría, estábamos conversando tranquilamente.
      Anna contó que tenía un hijo casi adulto. Unas entonaciones tristes de su voz me hicieron preguntarle:
      —¿Tu hijo no comparte tus convicciones?
      —Ya no —Anna se puso a pensar sonriendo tranquilamente—. Cuando era niño aceptaba todo con alegría. Pero cuando creció, decidió que no era su camino.
      —¿Pero cómo? —me asombré—. ¿Cómo es posible perder la fe?
      —Es que él, simplemente, no ha madurado todavía en el sentido evolutivo. El mundo material, por ahora, es mucho más atractivo para él. No es el único, entre nuestros hijos, que, habiendo crecido, no pudo aceptar intelectualmente toda la concepción «adulta». En casos similares, normalmente sucede un «retroceso».
      Comimos papas con hongos, después tomamos un té. Yo aún no me atrevía a preguntar a Anna sobre mis chakras y sobre mi estado energético en general. Por otra parte, pronto lo sabría. Así que, decidí tocar el tema de otros discípulos personales de Vladimir.
      —¿Hubo más personas a quienes Vladimir haya invitado aquí en los últimos años? ¿Quiénes son? ¿Dónde están? —yo era todo ojos y oídos.
      Anna no respondió enseguida.
      —En los últimos diez o más años no hubo ningún candidato serio para pasar el curso completo aquí, en estos lugares. El problema es que los discípulos deben ser capaces de abarcar intelectualmente todo este conocimiento, pero sólo unos pocos pueden hacerlo. Por lo tanto, Dios nos aconsejó describir el Camino en los libros y en las películas para todos los interesados. Así cada uno puede escoger el nivel de conocimiento teórico y los métodos que les sean aptos. Y, en este caso, no ocurren sobrecargas intelectuales. Eres la primera persona a quien Vladimir invitó aquí en estos años. Por lo tanto, ¡escogida!
      Nos reímos. ¡Eso sonó, por supuesto, muy bien! Pero decidí cerrar este tema, porque Vladimir no me había visto todavía y esto significa que la «condena definitiva» aún no había sido pronunciada. Anna no me comentó nada más y sólo me observaba y sonría.
  


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¡LO ESTÁS HACIENDO MUY BIEN!

      En la noche tuve un sueño muy agitado. Soñé con tonterías y en la mañana sufrí de dolor de cabeza y de cuello.
      En los últimos años esto se repetía con frecuencia. Y hasta tuve que cambiar varias almohadas y hacer regularmente ejercicios físicos para el cuello y los hombros. Pero esto no daba ningún resultado. Es más, la sensación de que la cabeza estaba «sobrecargada de basura», de la cual yo no podía deshacerme de ningún modo, se acrecentaba.
      Nos duchamos, desayunamos y nos abrigamos bien. Era todavía inicio de primavera.
      Conociendo mi aguda sensibilidad hacia el frío, arropé mi cuerpo con varios suéteres. Encima, además, me puse una chompa y sobre los pies, botas de caucho. Anna explicó que la pernera en el bosque debe estar por encima de las botas, para que las agujas de los árboles, toda clase de basura de bosque y los bichos, como, por ejemplo, garrapatas, no pudiesen caer allí de ninguna forma.
       Así que, muy de mañana —bajo el tierno solecito matutino y con el ruido de pocos carros— estábamos yendo, por las calles todavía tranquilas, hacia la estación de tren.
      —Mientras estás caminando en estas condiciones —me dijo Anna, pronunciando suave y distintamente todas las palabras—, puedes continuar los entrenamientos. Por ejemplo, puedes pasar, como conciencia, de un chakra al otro, limpiándolos y expandiéndolos. Después puedes colocar en el anahata la visualización de un pequeño y tierno sol y mirar desde allí —siendo este sol— hacia todos los lados.
      Me puse a entrenar. De repente, una observación que hizo Anna me maravilló sinceramente.
      —¡Lo estás haciendo muy bien! —dijo ella.
      Me detuve por la sorpresa. ¡Estoy haciendo aquello que siempre podía hacer! ¡Nunca tuve dificultades con concentrarme intencionalmente en una u otra parte de mi cuerpo, visualizar las imágenes, mirar desde el tórax al mundo circundante! Después, cuando conocí los libros de Vladimir, me daba tanto placer realizar los pranayamas con las visualizaciones de los barriles. ¡Era uno de los ejercicios más eficaces de purificación! (Antes de visitar a Vladimir, yo tuve que dominar, por mí misma, el curso entero del raja yoga y todavía pensaba que mi nivel obtenido independientemente no correspondía al nivel requerido).
      Cuando nos acercamos a un puente sobre el río, Anna me sugirió la siguiente meditación:
      —Con un brazo de la conciencia tomamos un lado del río, pasando el brazo profundamente debajo de la arena en el fondo y, con el otro brazo, tomamos, de la misma manera, el otro lado del río.
      Experimenté mis brazos que crecían desde mi anahata. Los percibí formados de luz blanca y los extendí, hasta donde pude, debajo del cauce del río. Sentí cierta tensión debido a la necesidad de mantener la concentración continuamente. No obstante, la novedad y la singularidad de las sensaciones me alegraban.
      Cuando la concentración disminuía, hacía una pausa y luego repetía todo nuevamente. Anna sonreía. Me gustaba mucho cuando sonreía. Para mí esto significaba que todo iba bien.
      Se acercaba el momento de nuestro encuentro con Vladimir. Nos encontramos en el lugar acordado, esperando a sus otros compañeros de viaje. Según mis cálculos (a base del libro «Cómo Dios puede ser conocido. Libro 2. Autobiografías de los discípulos de Dios»), eran siete personas, incluyendo a Vladimir.
      Me causaba un poco de turbación mi encuentro futuro con Olga. No sé por qué, pero leí su autobiografía con dificultad, y hasta con cierto rechazo. Por ende, temía que ella notara esas emociones mías. (Más tarde llegué a saber que Olga ya abandonó el grupo).
      Se acercó Larisa, me abrazó y después empezó a discutir algo con Anna tranquilamente.
      Se acercaron dos personas más. Nos saludamos y nos abrazamos. Después ellos mantuvieron cierta distancia conmigo. No sé por qué. ¿Quizás, cada persona nueva despertaba sus sospechas? Sus nombres, por las razones que expresaré más adelante, no los voy a mencionar.
      Y, por fin, vi a lo lejos, caminando vigorosamente, a Vladimir y a Katia. Nos abrazamos con Katia y, cuando Vladimir se me acercó, yo hasta entrecerré mis ojos de deleite. Él sonrió, me abrazó y besó.
      Sabía que él tenía más de 60 años. Pero yo, con asombro, observaba su cuerpo bien proporcionado y su rostro joven que, sin embargo, llevaba una barba blanca. Yo le daría unos 30-35 años y sin barba, aún menos.
      —Estás mejor de lo que yo esperaba —dijo él, apartándose un poco a un lado y mirándome con clarividencia—. ¡Has trabajado muy bien con los chakras! ¡Bravo!
      ¡Sonreímos todos juntos y yo, por fin, respiré con alivio!
      No obstante, todavía me sentía «como durante un examen» en la presencia de Vladimir y de sus amigos.
      Cubierta de varios suéteres y de una chompa de bosque, llevando una gorra «con orejas» y lentes, escondiéndome dentro de «mí misma», me parecía, de verdad, a una estudiante asustada.
      Finalmente, subimos a un tren eléctrico. Este día debería ser mi primer día de encuentro personal y directo con Dios, como me informó Vladimir.
      ¿Con Dios real y vivo? ¿Cómo es posible realizarlo?
      A mis veinte años, yo, por primera vez, leí en los libros de Vladimir que sí es posible. Pero para lograrlo, hay que esforzarse muchísimo en la autotransformación ética, que se realiza, entre otras cosas, a través de dominar el sistema de autorregulación psíquica y después a través de la refinación y el crecimiento de la conciencia.



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     ¡EL SIGNIFICADO DE LA VIDA EXISTE!

      Hasta allí, yo había estado sumergida en la desesperación total por la falta del entendimiento del significado de mi vida y de todas las cosas que pasaban conmigo. Todo esto —en aquel entonces— me daba una depresión muy profunda.
      ¡La única cosa con la cual soñé en aquellos años era el amor! ¡El amor en todos los sentidos!
      Pero este amor, que yo esperaba tanto, no llegaba y no llegaba. Y sólo se presentaban sus insinuaciones muy leves. Y la vida se ponía cada vez más triste y amargada. ¡Yo no sabía para qué me levantaba de la cama cada día, para qué estudiaba, para qué trabajaba, para qué, después de todo, pisaba esta tierra!
      Siendo una estudiante y sufriendo constantemente de sobrecargas intelectuales, de estrés, de fracasos, ¡me puse a rogar a Dios que me hiciera regresar! ¿Por qué regresar? ¿Y a dónde regresar? Yo no lo sabía. Pero tenía la sensación de que, antes de venir a este mundo de la materia densa, allí estaba muy cómodo, pero aquí, en cambio, era la oscuridad total.
      Educada por mis padres en la tradición de la iglesia ortodoxa, donde Dios Padre es un abuelito sentado sobre una nube, yo creía que Él no podía enviarme al infierno solamente porque me sintiera tan infeliz.
      ¡Y, pues, no se dividen las personas únicamente en «santos» y en «pecadores»! A unos, al paraíso, y a otros, al infierno. ¿Y qué hacer con los demás, quienes no son ni «santos» ni «pecadores» o delincuentes? ¡Y ellos son la mayoría! Y si creemos que el hombre vive sólo una vez en la Tierra, ¿adónde va toda esta multitud de personas después de la muerte de sus cuerpos? ¡Pues, a lo largo de la historia de la humanidad en la Tierra, si tomamos en cuenta que cada día mueren millones, el espacio que existe entre el paraíso y el infierno debería estar superpoblado!
      Así reflexionaba y después me propuse el objetivo de encontrar la Verdad, encontrar para qué tanto yo como todas las otras personas aparecieron en la Tierra. ¡Nunca he dudado que Dios nos ama a todos, pero quería saber qué era lo que estaba haciendo mal y qué podía cambiar y mejorar al respecto!
      Como resultado de aquellas reflexiones, acepté los conceptos de la reencarnación y del karma como los puntos de referencia en mi concepción del mundo. Estos términos fueron asociados en mi mente con el budismo. Así que, habiéndome «aferrado» a esta corriente religiosa, yo decidí «atacar» la biblioteca con el fin de llegar a saber todo sobre ésta.
      Sin embargo, para suerte mía, me crucé de una vez con el libro de Vladimir Antonov Metodología del yoga. Las palabras «yoga» y «metodología» llamaron mi atención. ¡Esto sonaba científico!



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     LOS PRIMEROS SITIOS DE PODER

      Habiéndonos bajado del tren eléctrico, caminamos a paso lento hacia la orilla del mar. Soplaba un viento fuerte y frío, caía una lluvia ligera y solamente de vez en cuando tras las nubes se asomaba el sol.
      Salimos a la orilla y caminamos por la arena, vadeando los arroyos que desembocaban en el mar.
      De repente Vladimir se detuvo y, volviéndose, dijo:
      —Aquí está el primer sitio de poder para ti. Es la zona de trabajo de Krishna. ¡Y aquí está Él Mismo! ¡Puedes saludarle!
      A causa de las emociones y los pensamientos que me invadieron, no encontré nada mejor que decir mentalmente: «¡Hola, Krishna!». Y me quedé callada, sin saber qué más decir. Nada «razonable» venía a mi cabeza y las emociones de alegría que sentí no las pude expresar en palabras.
      Vladimir con tacto me ayudó a salir de esta situación difícil, habiéndonos propuesto continuar el camino.
      Con todo, él explicó que es posible y es necesario aprender a comunicarse con Dios, aprender a amarlo y a abrazarlo.
      Pronto nos detuvimos cerca de un aliso derribado por la tormenta.
      —Aquí están los amentos de aliso —indicó Vladimir—. Éstos sirven de comida para los grévoles.
      Pasamos unos pocos metros más hasta un enorme abedul derribado.
      —Y éstos son los amentos de abedul —indicó otra vez Vladimir—. Son la comida favorita de los gallos lira.
      Cerca de unos tocones de árboles, Vladimir se detuvo de súbito y, apuntando a uno de éstos, preguntó:
      —¿Por qué está mojado?
      «Ahí viene el examen», pensé yo, recordando cómo, en uno de sus libros, Vladimir describe las pruebas que hacía para aquellos que deseaban aprender de él. Ellos debían llenar un cuestionario con preguntas muy sencillas, las cuales, sin embargo, demostraban su nivel intelectual. Dependiendo de sus respuestas, se tomaba la decisión de  aceptarlos o no para el aprendizaje.
      La lluvia, como la explicación de esta humedad, sería una versión demasiado trivial. Comencé a «sospechar» que existiera una respuesta más compleja. Habiendo mirado mas detenidamente, me dí cuenta de que esa humedad era mucho más espesa que el agua. Entonces, esto debería ser el «líquido de este árbol», decidí yo sin poder recordar, del susto, cómo podría llamarlo de una forma más sencilla.
      —Sí, es la savia del abedul —terminó mi pensamiento Vladimir—. Este árbol fue cortado en el invierno. Pero sus raíces están vivas todavía, por lo tanto siguen enviando la savia hacia arriba.
      Después de algún tiempo, nos paramos otra vez. Vladimir explicó:
      —Hemos llegado al sitio de poder necesario para nosotros ahora. Trabajaremos aquí durante mucho tiempo. Así que, ¡vayan a orinar!
      Este tema, como resultó, no era un tabú en el grupo de Vladimir y ni siquiera causaba incomodidad alguna.
      Los hombres se adelantaron. Las poseedoras de los cuerpos femeninos se quedaron en el lugar entre los arbustos, bien escogido por Vladimir para este propósito.
      Después de algunos días, tuve ocasión de escuchar un «discurso» entero de Vladimir dedicado a este tema. En broma, él lo llamó la «Teoría urinaria». Pero contaré sobre esto más adelante.
      Finalmente nos paramos, como llegué a saber más tarde, cerca de la zona de trabajo de Juanito, otro Maestro Divino y uno de los Espíritus Santos.
      —Intenta experimentar el límite de este sitio —me dijo Vladimir e indicó su localización para mí—. Es muy importante que aprendas a identificar los límites de los sitios de poder por ti misma y con precisión.
       No entendí enseguida qué es lo que debía experimentar, por ende me demoré y estuve cruzando el límite de este sitio una y otra vez.
      Al principio, sólo pude experimentar una muy leve diferencia entre los estados emocionales.
      Pero después de media hora, las sensaciones se volvieron más claras y apareció la facilidad y la certeza de la percepción.
      Y hasta el sol se asomó tras las nubes, calentándolo todo. Esto era muy oportuno para mi cuerpo y, especialmente, para mis dedos de las manos y de los pies que estaban congelados.
      —¿Sabes quién es Juanito? —preguntó Vladimir, cuando me acerqué.
      —El discípulo de Lao… —empecé yo insegura y terminé insegura—: Tsé.
      —No, no conocemos Sus Maestros.
      Me dí mentalmente una palmada en la frente. ¡Confundí con los Maestros Divinos, Huan y Han, sobre Quienes Vladimir contó en el libro Obras сlásicas de la filosofía espiritual y la actualidad! Me sentí culpable, aunque se veía a la legua que la única persona que percibía las conversaciones con Vladimir como exámenes era yo.
      —Juanito es un Jefe espiritual indígena según Su última encarnación —continuó este tema Vladimir.
      ¡Casi pegué un salto! ¡Indígena!
      El primer libro que leí sobre los indígenas era «Winnetou, el Jefe de los apaches». Tenía en aquel entonces 12 años. Pero en vez del arrebatamiento por las aventuras fascinantes, me deshice en llanto regando mi almohada con lágrimas. «¿¡Cómo puede ser que un pueblo tan bello, tan valiente, tan majestuoso viva en una reserva!? ¡Qué crueldad!». ¡Para mí, era un choque emocional! Vi por primera vez, afuera de mi pequeño mundo, como me parecía, la crueldad que Dios permitió que existiera.
      En aquel entonces esto no me hizo dudar de Su Amor. Yo intuía que para mí todavía quedaban muchas cosas por conocer y comprender. Posteriormente, llegué a saber que las reservas no eran, en absoluto, lugares para la supuesta encarcelación de los indígenas, como nos enseñaban en las escuelas «soviéticas»; por el contrario, eran las tierras dadas a ellos para que pudieran, los que quisieran, mantener el estilo de vida de sus antepasados. Con la particularidad de que a los «caraspálidas» la entrada a las reservas les fue prohibida o estrictamente restringida; asunto que fue decidido también por los indígenas que vivían en aquellas reservas.
      En poco tiempo leí todos los libros y otros materiales disponibles sobre los indígenas. También conocí «La canción de Hiawatha», pero… no entendí nada. Solamente quedó en mí una sensación de algo sagrado y misterioso. Aparte de esto, estudié todos los héroes indígenas, sus nombres, sus fechas de nacimiento y defunción, sus méritos, buscaba sus imágenes en las películas… ¡Y hasta sabía dónde en América habitó una u otra tribu y cómo se llamaba! Llegué al extremo de empezar a estudiar una lengua indígena, pero muy pronto comprendí que esa pasión mía ya se pasaba de la raya.
      Más tarde soñé por muchos años con irme para siempre a América del Norte y vivir allí con los indígenas en los bosques y en las montañas. Casi cada noche, antes de dormir, inventaba historias en las cuales imaginaba como encontraría a los indígenas, como nos conoceríamos, como ellos me permitirían vivir en su lugar para siempre. De esta manera creaba «telenovelas» enteras. También imaginaba praderas donde podría galopar en un mustango salvaje, desfiladeros sin fondo donde aprendería a escalar intrépidamente y el grandioso sol ascendiendo sobre una laguna, cerca de la cual encontraría cada día animales y pájaros, que no se asustarían con mi presencia…
      Sin embargo, cada mañana me despertaba entre las cuatro paredes de mi pequeño y sofocante departamento en la cuidad…
      Y ahora estoy cerca de la zona de trabajo de Juanito, imaginando cómo Él podría ser, cómo sería Su apariencia. Quizás, de cabello negro y largo hasta los hombros, la tez morena, los ojos castaños, las plumas de águila en el «sombrero»…
      Pero no me atreví a preguntar a Vladimir para confirmarlo.
      En un pequeño claro del bosque, rodeado por pinos y abetos, después de haber sacado las mochilas y recogido leña, encendimos una hoguera sobre los restos de otra. Después tomamos unos bocadillos de queso con café.
      Vladimir se puso de pie primero, se acercó a mí, alargó sus brazos y me ayudó a ponerme de pie también.
      Luego me cogió suavemente de las manos o, más exactamente, de los dedos, chequeando su temperatura. (Una vez escribí a Vladimir que me helaba todo el tiempo y, por tanto, me vestía «como una col». Especialmente sufría de la «congelación» de los dedos, que tenía lugar incluso con la temperatura del aire no muy baja. En respuesta Vladimir me aconsejó que hiciera varios pranayamas para limpiar los meridianos de los brazos y de las piernas).
      —Bueno —dijo él—. Has trabajado muy bien incluso con los pranayamas. Mira tus manos están muy calientes.
      «¡De verdad, están calientes!», observé yo mentalmente con asombro.
      —Ahora relajemos las piernas y doblemos un poco las rodillas —empezó a explicar Vladimir y a mostrarlo con su propio cuerpo—. Comencemos a balancear, transportando el peso del cuerpo de un pie al otro. Nos experimentamos como algas que se mecen suavemente en el agua.
      Luego él levantó sus brazos abiertos, con las palmas mirando hacia arriba, a la altura de sus hombros.
      —Visualicemos un solecito dorado en la palma de una mano y comenzamos a pasarlo a la otra palma a través de los dos brazos y a través de anahata. Repitamos este ejercicio muchas veces.
      Con los ojos físicos no vi ningún sol. Pero tenía una sensación muy clara de que una bola muy luminosa de luz se movía de un brazo al otro.
      —¡Hay que mirar desde anahata! —me corrigió Vladimir, al observar mis intentos—. ¡No tiene sentido mirar con los ojos físicos!
      Yo trataba de hacer todo según las instrucciones de Vladimir. Pero no podía entregarme por completo a la práctica, porque todavía me molestaban dos cosas: mi «paralización» emocional en la presencia de Vladimir y el frío, que me agarró lejos de la hoguera. Además, sentía la rareza de todo lo que pasaba conmigo desde el punto de vista de mi mente, acostumbrada a analizar y a dudar de todo.
      Por lo demás, ¡estuve plenamente feliz! ¡Por fin, encontré algo verdadero! ¡Por fin, estoy aquí! ¡Por fin, ocurre aquello con lo que soñé!
      Luego me dejaron trabajar con este ejercicio por mí misma.
      Pues, cada uno de los otros miembros del grupo tenía su propia lista de tareas para realizar en aquel día. Como yo entendí, ellos hacían esas listas siempre.
      Después de 15 minutos, Vladimir, al pasar cerca, dijo:
      —Si te cansas o tienes frío, acércate a la hoguera.
      No me hacía tales preguntas. Pero, habiendo pensado y «dado oído» a mis sensaciones, decidí que sería mejor acercarme a la hoguera donde además ya se habían reunido todos los otros y estaban a punto de servir el té.
      En otros tiempos yo practicaba intensivamente el atletismo. Allí el estado de cansancio implica que estás agotado totalmente y ya no puedes más.
      Pero Vladimir explicó que en el trabajo espiritual el practicante debe evitar este estado y, por el contrario, tratar de retener en la memoria los estados meditativos óptimos y más vivos en vez de los «débiles y flojos».
      Estuve parada observando la hoguera. El cuerpo se calentaba agradablemente.
      —Podemos visualizar la llama de la hoguera dentro del propio anahata —habló otra vez Vladimir—. Y después podemos situarla debajo del cuerpo, «avivarla», transformándola en una gran hoguera. Así «quemamos» los cuerpos, purificándolos de todas las inclusiones energéticas groseras.
      Probé y pude visualizar muy bien una gran hoguera.


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      Luego estuvimos conversando sentados cerca del fuego. Durante aquellas conversaciones, destacó un tema que abordamos después muchas veces. Era la medicina. En una ocasión, ya hace mucho tiempo, me contagié de la tiña de las uñas (onicomicosis), y esta enfermedad, junto con algunas otras, «se adhirió» firmemente a mí. Me trataba, según los consejos de los doctores-micólogos, con un medicamento muy conocido y ampliamente promocionado. No obstante, esto no daba ningún efecto. Así que, en el momento cuando me propusieron probar el calzado de una de los colegas de Vladimir, para ver si sería mejor usar ese modelo, tuve que, agradeciendo, rechazar esta propuesta y reconocer mi enfermedad muy contagiosa. Al hacerlo, mencioné también el nombre del medicamento que usaba.
      En ese momento Vladimir y Larisa exclamaron a la vez:
      —¡Pero este medicamento es totalmente ineficaz!
      Y luego Vladimir añadió:
      —Muchas personas tienen el mismo hongo y usan el mismo medicamento que tú por decenas de años, ¡hasta su desencarnación! ¿Por qué es así? Porque sucede que sus productores, los líderes de las corporaciones farmacéuticas, están muy interesados en la falsa propaganda. Tales pseudomedicamentos hasta pueden aparecer en la literatura médica de consulta y en los libros de texto. No obstante, cada doctor debe buscar personalmente las formas óptimas y más eficaces de tratamiento para sus pacientes. Con esto, podemos dividir a los doctores en dos grupos: los entusiastas, quienes hurgan en la literatura, en el Internet, quienes buscan las novedades, monitorean constantemente el estado de sus pacientes, escogen todo el tiempo nuevos métodos para su tratamiento, etc., y aquellos a los que les da pereza moverse, quienes no piensan en absoluto en el bienestar de su pacientes, sino que solamente les reciben para ganar su salario y «mantenerse tranquilamente hasta la jubilación»…
      Larisa, quien sufrió en el pasado de la misma enfermedad de las uñas, tuvo suerte con su doctor. Él le prescribió el tratamiento con exoderil (naftifine) en combinación con dimetil sulfóxido. Además, ella debería ablandar las uñas afectadas con un ungüento especial y luego sacar tejidos afectados con una lima para uñas o simplemente con una hoja de afeitar. La enfermedad huyó sin dejar huellas. (Más tarde, me liberé también fácilmente de ésta siguiendo las mismas recomendaciones).
      Vladimir continuó este tema nombrando otros medicamentos totalmente ineficaces que los doctores prescriben muy a menudo y que, por lo tanto, son considerados tradicionales. Era interesante hablar con él sobre este tema. Su madre era un médico y él mismo llegó a ser biólogo y trabajó por decenas de años en diferentes terrenos de la medicina, incluso en neurofisiología, en obstetricia y en otros. Además, cuando estudió en la universidad para ser biólogo-ecólogo, se instruyó en anatomía, fisiología, histología, citología, bioquímica, etc. Más tarde, sostuvo una tesis dedicada a un tema médico. Aprendió incluso cirugía, daba clases de fisiología en una universidad de medicina y enseñó a los estudiantes y a los doctores el arte de autorregulación psíquica, cuya metodología fue elaborada por él y publicada muchas veces con varias modificaciones.
      Entre otros, memoricé los siguientes consejos y afirmaciones médicos suyos:
      — Una de las causas principales de la presión sanguínea alta es el consumo excesivo de sal común. Sin que uno elimine esta causa, es imposible liberarse de la hipertensión arterial.
      — La inflamación de las articulaciones puede tener lugar debido al reumatismo. El medicamento que ayuda a combatir los microbios que provocan esa enfermedad es sulfanilamide.
      — Es apropiado empezar a tratar la diabetes con la limpieza del chakra manipura.
      — Tos, además de las causas infecciosas, puede aparecer como resultado de bio-vampirismo por parte de las personas, cercanas al paciente, que desean su amor y atención.
      — También puede aparecer al inhalar cabello (por ejemplo, cuando uno ríe) que se pega a una de las paredes de las vías aéreas.
      — El biovampirismo sexual puede afectar el chakra svadhisthana, lo que, a su vez, puede causar la inflamación de las trompas uterinas y del ovario.
      — La diarrea entre los adultos puede tener lugar debido a la indigestión de los productos lácteos. El punto es que los fermentos necesarios para digerir todos los componentes de la leche no se producen en el sistema digestivo de muchos adultos. Éstos se producen en el sistema digestivo de los niños; no obstante, su producción cesa con la edad, excepto los casos cuando la leche es consumida constantemente, sin interrupciones largas.
      — Los tumores cancerosos pueden ser vencidos a través de la limpieza de los chakras y meridianos y también mediante baños en agua helada. (Vladimir contó que en cierto tiempo daba clases de autorregulación psíquica a unos enfermos cancerosos no operables. Su estado mejoró significativamente e incluso desaparecieron los dolores. Es más, su recuperación era estable, de lo que Vladimir se percató después de muchos años cuando les vio varias veces en el bosque recogiendo hongos, practicando trote meditativo y bañándose en agua helada).
      — Las gárgaras con el permanganato, por lo común, ayudan muy bien contra la angina. Por lo tanto, es conveniente siempre tener en la casa un recipiente con esta sustancia, que, disuelta en el agua, será más fácil usarla si uno de repente se enferma. Otro remedio excelente para la angina es poner una pastilla de cloranfenicol (chloramphenicol) debajo de la lengua antes de dormir. Este medicamento ayuda incluso contra la angina de origen virulento, porque limpia la energía en el área afectada. (Sin embargo, hay que mencionar que el cloranfenicol aumenta el peristaltismo intestinal, por lo que uno no debe usarlo, por ejemplo, antes de un viaje largo).
      — Por lo común, la causa de los dolores frecuentes de cabeza es la contaminación de los chakras que se encuentran allí con energías de aquellos animales cuyos cuerpos fueron usados para la comida.
      — Además, la alimentación no vegetariana provoca el estrechamiento de los pequeños vasos sanguíneos del cerebro porque las sales del ácido úrico se depositan en sus paredes. Es una de las manifestaciones de la gota, que produce no solamente dolores de cabeza, sino también alteraciones de la memoria y de la función intelectual en general.
      — Otra categoría de dolores de cabeza son las migrañas. Durante éstas el dolor aparece más frecuentemente sólo en una mitad de la cabeza. La causa de las migrañas es principalmente la inflamación de las raíces de los dientes, los cuales hay que curar o sacar.
      — La alimentación no vegetariana es también la causa de las enfermedades de los órganos digestivos, las cuales aparecen debido a factores tanto éticos como bioenergéticos.
       — Contra la fascitis plantar y contra otros dolores en el periostio, en los tendones y músculos, ayuda la aplicación local del dimetil sulfóxido. (No obstante, uno debe tener en cuenta que después de su aplicación abundante puede aparecer mal aliento).
      — Por lo común, es suficiente tomar unas pastillas de nitrofurantoin para curar la cistitis.
      — Contra la tricomoniasis ayuda el tinidazol (pero no el metronidazol que nunca sana por completo). (El tinidazol también puede ser usado eficazmente contra las infecciones intestinales).
      — Hay que empezar a tratar los problemas de la tiroides primeramente con la limpieza del chakra vishuddha.
      — Contra las hemorroides puede ayudar la aplicación del ungüento de propóleo. El último es un remedio excelente que acelera la cicatrización. (Pero uno debe tener cuidado con éste durante el verano, ya que atrae a las abejas).
      — En caso de tener una congestión nasal, uno no debe usar con frecuencia las gotas vasoconstrictoras que contienen adrenalina. Éstas provocan adición. En este caso la mucosa de los conductos nasales comienza a «exigir» cada vez nuevas dosis de adrenalina, sin las cuales queda hinchada. Así aparece rinitis medicamentosa (si ya apareció, puede ser curada con temperaturas altas (el calor del verano, de una sauna, etc.)).
      — Para los dolores en los músculos después de las grandes sobrecargas físicas ayuda la aplicación de ungüento de fenilbutazona o de crema de potentilla palustre. (El primero produce un efecto más rápido).
      — La indovasina (indometacina más troxerutina) ayuda en los casos de los edemas de las articulaciones (a causa de golpes o rozaduras), lo que es especialmente importante durante largas caminatas en los bosques o en medio de otros paisajes naturales. Pues, los edemas alrededor de las articulaciones afectadas ¬—debido a su agudo dolor— podrán obstaculizar el viaje, ya que no dejarán caminar más. En este caso uno puede aplicar sobre el lugar afectado el ungüento de indovasina y —con la pierna levantada— poner encima un vendaje, no muy apretado, de cinta adhesiva. La cinta adhesiva además detendrá el aumento del edema.
      — Es muy importante eliminar los papilomas lo más pronto posible, porque en éstos se multiplican los virus, lo que puede causar problemas serios e incluso oncológicos.
     
      —¿Suficiente por ahora? —preguntó Vladimir—. Más tarde podremos continuar este tema.
      —Hace tiempo que me interesa la posibilidad de usar plantas medicinales.
      —¡Excelente! Pero sólo unas pocas entre aquellas que son consideradas medicinales lo son realmente. Otras, creo, se usan solamente por costumbre a pesar de que son totalmente ineficaces y hasta nocivas. Entre aquellas que de hecho funcionan, puedo recordar ahora las siguientes:
      — La salvia (Salvia officinalis) es un excelente antiinflamatorio para tratar los problemas en el estómago o en el esófago.
      — Potentilla erecta es un excelente remedio (en forma de la infusión) contra las inflamaciones en el sistema digestivo, especialmente en los intestinos. Habitualmente, recomiendan abastecer esta planta en el otoño desenterrando sus rizomas, pero en este caso esas bellas plantas se mueren. El hecho es que podemos evitarlo, abasteciéndonos no de sus rizomas, sino de las partes aéreas, las que no son menos eficaces. Lo debemos hacer después de que las semillas de la planta caigan a la tierra en el otoño. Nosotros nos hemos abastecido de la potentilla de esa manera muchas veces, después de las abundantes lluvias otoñales e incluso después de las nevadas.
      — Puedo mencionar también el ginseng (Panax ginseng) y el eleuterococo (Eleutherococcus senticosus), unas plantas medicinales gonadotrópicas que estimulan muchos sistemas del organismo y aumentan la capacidad de trabajo y su resistencia a las enfermedades.
      »Entre las plantas poco eficaces para la curación, ahora recuerdo las hojas de eucalipto, la celidonia mayor, la inula, la hierba de San Juan y todos los tipos de manzanillas, aunque mucha gente, por tradición, trata de curarse con éstas.
      »Pero ahora mira a Juanito —de súbito dijo Vladimir tranquilamente señalando arriba—. Allí, sobre las cimas de esos pinos, está Su Rostro.
      Vladimir sonreía mirándome.
      —Puedes abrazarlo a Él con los brazos del corazón espiritual.
      Yo, como me enseñó Vladimir, salí del anahata hacia atrás, me expandí como corazón espiritual y empecé a buscar —con los brazos de la conciencia— para abrazar al Espíritu Santo Juanito, Cuyo Rostro Vladimir vio tan claramente. Yo trataba de reconstituir, dentro de mí, todas aquellas emociones de amor que varias veces sentí en mi vida dirigiéndome a Dios. Pero, debido a que yo no poseía clarividencia y, además, nunca antes había imaginado a Dios en un lugar particular y encima en forma de un jefe indígena, la situación se me puso muy difícil.
      —Juanito dice que está dispuesto a aceptarte como discípula y a convertirte en una verdadera Guerrera Espiritual… —Vladimir hizo una pausa escuchando—. ¡Pero tú misma has de desearlo muchísimo!
      ¡Una dicha inconcebible me sobrellenó! ¡Ni siquiera recuerdo si contesté algo o simplemente asentí con la cabeza sin poder expresar mis emociones! «¡Ahora tengo un Maestro personal, el Espíritu Santo Juanito! ¿¡Cómo es posible dudar de que si quiero o no ser Su discípula!? ¡Por supuesto que lo quiero! ¡Un Jefe indígena joven será mi Maestro!» ¡De tanto éxtasis incluso mis pensamientos se detuvieron!
      —Juanito dice que actualmente en tu tierra no hay personas capaces de abarcar el verdadero conocimiento más alto sobre Dios. Por ahora, debes concentrarte en tu propio autodesarrollo. También Él destaca que es muy importante para ti permanecer con frecuencia en medio de la naturaleza, especialmente en los sitios de poder.
      »Debes reunir un grupo y juntos caminar y trabajar en los bosques —continuó Él—. Pero para hacerlo, debes darte a conocer como una persona dispuesta a ayudar a todos los demás con tu conocimiento y otras habilidades. Con todo, debes tener mucho cuidado con aquellos que no son capaces de abarcar este conocimiento. 
      Puesto que aquel tema era muy amplio, decidí reflexionar sobre éste más tarde. Pero en aquel momento, a causa de la emoción de felicidad que me inundó, yo no era capaz de decidir cosas tan serias. ¡Pues, acabo de convertirme en una discípula personal del Espíritu Santo, el Jefe indígena Juanito!
      Vladimir, habiéndome llevado lejos de la hoguera, me propuso trabajar con los ejercicios psicofísicos, descritos en su libro Ecopsicología.
      En uno de estos ejercicios, se podía pedir la ayuda del Espíritu Santo, levantando los brazos hacia arriba y uniéndose con Él allí, y luego experimentar, bajando los brazos por los lados, como la Luz Divina fluía de arriba abajo, lavando y limpiando todo el cuerpo. Después se podía verter esa Luz del anahata, regalándola a todos y a todo alrededor.
      Estos ejercicios ya los practicaba en mi casa. Ahora lo nuevo fue que me ayudaba Juanito, uno de los Espíritus Santos, y todo tenía lugar en medio de la naturaleza, además, en Su sitio de poder. Por ende, enseguida sentí la diferencia. Las sensaciones eran mucho más claras.
      No obstante, me cansé muy rápido. Otra vez tuve frío y me acerqué a la hoguera.
      Después de descansar, Vladimir me propuso repetir todo desde el principio.
      Caminando por el sendero donde ya me había entrenado antes, me encontré con Anna que regresaba con un brazado de leña. Sonriendo alegremente como siempre, ella dijo que allí, en aquel claro del bosque lleno de la luz del sol, se podría percibir a Juanito de una mejor manera.
      Yo, sin pensar, me dirigí al lugar indicado. Allí, como me pareció, el sol calentaba más intensamente, y hasta sentí su calor en los dedos de mis pies a través de las botas de caucho. Con agrado, empecé a repetir los ejercicios poniendo más énfasis en la Unión con Juanito.
      Vi una gran bola de fuego un poco más arriba de mi cabeza. Puede ser que así estaba brillando el sol o puede ser que realmente vi algo. Luego traté de experimentar aquellas emociones que sentí cuando abrazaba a las personas más queridas y también esas emociones con las cuales solamente soñé, pero no tuve ocasión de experimentar. ¡De repente un agradable calor llenó todo mi cuerpo y una alegría chispeante colmó todo mi ser! ¡Las emociones positivas me sobrellenaron hasta tal grado que no podían contenerse dentro y se desbordaban de mí! ¡Mis ojos comenzaron a cubrirse de lágrimas y se secaban muy rápido en el sol! ¡Sí, era Él —Dios— en forma de uno de los Espíritus Santos, llamado Juanito!
      Pero resultó que no fue fácil mantener aquel estado de manera constante. Por tanto, yo hacía una pausa, inhalaba a pleno pulmón y nuevamente abrazaba a Juanito. Luego lo repetía una y otra vez…
      No sé cuánto tiempo había pasado, pero en cierto momento noté que se me acercó Vladimir. Él sonreía.
      —¿Y Le dijiste tú misma a Juanito que Lo amas?
      Pensé y descubrí que, de hecho, no dije ni una sola palabra. No sé por qué, pero cuando empezaba a tratar de expresar mis emociones en palabras, no podía emplearlas con propiedad y, como resultado, comenzaba a quedarme cortada o me callaba totalmente. ¡Ahora infaliblemente debo aprender a hablar, hablar del amor!
      —Aquí en este momento se reunieron los Discípulos no encarnados de Juanito, Quienes, como Él, alcanzaron la Perfección —continuó Vladimir—. ¡Ellos también están dispuestos a ayudarte y a convertirte en una verdadera Guerrera del Espíritu!
      ¡Cómo quería yo en aquel entonces poder ver y escuchar a Todos Ellos! ¡Y esto intensificaba mi deseo de aprender más rápido y de avanzar hacia Su Perfección!
      ¡Pero por ahora sólo podía alegrarme, suspirar y confesar mi amor!


Visita 1

 ¡MIREN CÓMO HA CRECIDO
EL  ANAHATA  DE TANIA!

      Estuve sentada cerca de la hoguera, a la cual regresé para descansar. Se acercó Vladimir, mirándome atentamente.
      —Miren cómo ha crecido el anahata de Tanya —dijo él dirigiéndose a los demás—. Cuando llegaste, tu anahata era así —Él mostró con sus manos una bola de unos 20 centímetros—. ¡Pero miren ahora! ¡Una flor se ha abierto de la yema! ¡Tu anahata, incluso en el estado relajado de conciencia, está más grande que tu tórax entero y sobresale de tu cuerpo! ¡Ahora ya no es un simple anahata, sino un verdadero corazón espiritual!
      Todos se alegraron por mí.
      —¡Lo que es Juanito! —bromeó Vladimir.
      —¡Claro! ¡Un Jefe joven y guapo! —añadió Larisa y todos nos reímos.
      Pero muy pronto comencé a helarme nuevamente, incluso cerca de la hoguera. Me molestaban, más que nada, los dedos de los pies.
      Por eso, las siguientes meditaciones que mostró Vladimir, sólo logré hacerlas con dificultad. En una de éstas, tenía que brillar con mi corazón espiritual sobre el espacio abierto del mar, como lo hace una linterna fuerte o un proyector, y luego llenar este espacio conmigo misma, uniéndome con su belleza.
      Habiendo notado que ya no lograba hacer muy bien aquel ejercicio, Vladimir dijo que uno no debe unirse de ninguna otra forma, sino en el estado de amor.
      Intenté. Aquello que yo observaba de hecho era infinitamente bello, pero las explosiones de mi amor alternaban… con los escalofríos de todo mi cuerpo.
      —Sí —observó Vladimir—, si tienes frío, no es tan fácil amar.
      Volvimos a la hoguera. ¡De repente, Vladimir me propuso… que me parara descalza sobre la nieve!
      Él mismo quitó tranquilamente sus botas puestas sin calcetines y se paró sobre la nieve, proponiéndome hacer lo mismo.
      A mí me interesó siempre probar todo lo nuevo y desconocido, además si era beneficioso y, encima, cuando lo proponía Vladimir. Así que, repetí todo igual.
       Claro está que mis plantas de pies sentían frío, pero también, no sé por qué, experimenté cierto gozo. Creo que era la reacción de mi organismo al «estrés positivo».
      —Entra completamente en el anahata —dijo Vladimir—. ¿Ahora ya no tienes frío, verdad?
      Habiéndome «escondido» con la conciencia entera dentro del anahata, realmente lograba no percibir mis pies. Pero luego éstos empezaron a distraerme de nuevo. Entonces tuve que entrar otra vez completamente en el anahata y mantenerme allí el mayor tiempo posible.
      Así estuvimos parados sobre la nieve durante 10 o 15 minutos. Vladimir, según parece, estaba acostumbrado completamente a esto y no sentía ninguna incomodidad. Pero yo… —no sé como decirlo— creo que lo aceptaba como una nueva experiencia en mi vida, pensando que debería entrenarme más durante el próximo invierno.
      Después de descansar cerca de la hoguera, empecé a repasar otra vez todos los ejercicios que me enseñaron. Lo más difícil fue tener en los brazos de la conciencia el mar, los peces, los pájaros… Extendía mis brazos tan lejos como podía experimentarlos. Me cansé muy rápido de esos ejercicios y hasta empecé a respirar profundamente, como si estuviera subiendo una cuesta empinada.
      Luego me ayudó Vladimir, indicado otro lugar apropiado para estos ejercicios. Resultó que allí hacía más calor; por tanto, me sentí más cómoda y las emociones de amor surgían más fácilmente. Yo descansaba por unos momentos y luego empezaba todo de nuevo. Y solamente cuando mis meditaciones perdieron su claridad y las emociones se volvieron menos vívidas, regresé a la hoguera.
      Vladimir sonreía calladamente. Él casi nunca se reía a carcajadas, sino que simplemente irradiaba una alegría pacífica con sus ojos, con su sonrisa, con su rostro y con todo su ser. Sólo una vez vi como él se moría de la risa junto con todos nosotros. Esto pasó cuando conté sobre una fotografía en la cual un «padre» ortodoxo en sotana estuvo parado en el arcén de la autopista con el cartel «¡Santifico la gasolina!».
      Pronto llegó el tiempo de abandonar el lugar de Juanito y dirigirse al tren eléctrico. Caminamos por la arena de la orilla y en el agua se reflejaban los rayitos del sol.
      Anna me preguntó si me di cuenta de que el cisne que yo tenía en la palma de mi mano y al que trataba de llenar con mi amor de repente comenzó a nadar hacia mí. Contesté que simplemente no lo vi a causa de mi mala visión y que solamente traté de extender mis brazos lo más lejos posible y de sentir dónde podrían estar esas aves, para que pudiera darles mi amor y calor. Entonces ella sonrió y dijo que yo aprendí a ver tan rápido que tenía todas las posibilidades para recuperar completamente mi vista.
      Bajamos del tren eléctrico y caminamos a paso lento hacia la casa. Yo sentí un ruido sordo en la cabeza y un dolor en los músculos, pero el estado de alivio, de alegría, de comodidad y tranquilidad predominaba sobre todo. Conversamos y reímos, con la particularidad de que no fue dicha ni una sola palabra vana, ni una sola oración que no se relacionara con Dios o con la vida para Él. Todo esto era tan natural, como si estuviéramos hablando de las ocupaciones cotidianas más sencillas. Pero ésta era de hecho su vida cotidiana. Y yo esperaba que la mía también fuese así.
      Tocamos otra vez el tema de la recuperación de la vista y Anna contó la historia sobre una de las ex discípulas de su Escuela:
      —Una buena muchacha nos visitaba. Su vista era peor aún que la tuya. Pero en el sitio de poder de Eremey, pudo mejorarla muchísimo.
      —¿Y dónde está ahora? —pregunté con curiosidad.
      —No está con nosotros. Vladimir tuvo que excluirla, porque no pudo pasar la prueba. Ella se enamoró de un joven, su discípulo. No obstante, él, desde cierto momento, no fue capaz de asimilar intelectualmente las siguientes etapas del desarrollo. Y, a pesar de muchas advertencias de que ese muchacho no era capaz de progresar, ella se quedó con él, prácticamente habiéndolo preferido a él antes que a Dios. Y después, encima, estaba muy molesta con nosotros porque, como ella creía, no habíamos comprendido que podía amar a este joven y a Dios simultáneamente.
      —¿Y qué pasó luego? —No me callaba. ¡Para mí era totalmente incomprensible cómo se puede llegar a esas alturas, conocer directamente el Amor de Dios y, de pronto, dejarse arrastrar por las relaciones terrenales!
      —Él era mucho más joven —continuó Anna—. Ellos vivieron juntos dos o tres años y luego se separaron. Pero durante aquel tiempo ella perdió todos sus logros positivos en el perfeccionamiento espiritual.
      Este final no me pareció improbable y no me sorprendió.
      —¿Podrías decirme su nombre?
      —Olga.
      En la casa tuvimos una cena muy rica. Especialmente me gustaron los hongos. Anna los guardaba en forma seca y luego podría remojar y freír.
      Después de la cena me fui a mi cuarto, donde me acordé nuevamente de lo que pasó con Olga. ¿Será posible que conmigo pase algo similar?
      Hace mucho tiempo, leyendo otra vez el Nuevo Testamento e imaginado cómo Jesús podría ser, cómo se comunicaría con las personas, cómo jugaría con los niños, yo, de pronto, pensé que seguramente me habría enamorado de Él si hubiera estado a Su lado. Pero lo habría amado con el amor «terrenal», puesto que en aquel entonces era la única forma de amor que conocía. No obstante, enseguida me regañé a mí misma por aquel pensamiento, ¡pues, según la iglesia ortodoxa, uno no debe amar a Dios así!
      De María Magdalena yo sólo sabía en aquel momento que Jesús la salvó de la lapidación. Pero solamente años después, leí que ella se hizo Su compañera.
 


Visita 1

¡ME CONVERTÍ EN UNA CONCIENCIA GRANDE SOBRE LA VASTEDAD DEL MAR!

      Madrugada. El tierno solecito brilla.
      Paso con la conciencia a través de todos los chakras, de arriba abajo, de abajo arriba, miro a todos los lados desde el anahata, «atrapo» con las palmas de la conciencia a las palomas para acariciarlas, observo a las personas. Se puede oír la risa y las voces animadas de la juventud despreocupada; en cambio, los adultos llevan principalmente caras perturbadas o dormidas. Las personas sin hogar también empiezan a su manera su «día laboral». Quietud en la cuidad. Pocos carros pasan. La frescura de la madrugada.
      Yo noté que de los ejercicios meditativos uno también se cansa como de los ejercicios físicos. Y si no me cansé sosteniendo con mis palmas el río por ambos lados de mi cuerpo, esto solamente significa que me distraje o perdí la concentración involuntariamente.
      Ya no temía tanto a Vladimir, pero todavía sentía cierta tensión en su presencia. Es que no quería soltar algo sin pensar, por lo que Vladimir podría hacer una alusión cortés a mi nivel insuficiente del desarrollo intelectual.
      El hecho es que oí hablar muchísimo de los adeptos que, a pesar de tener un anahata desarrollado, se desviaron del Camino, porque no fueron capaces de asimilar intelectualmente las siguientes etapas del desarrollo. Tenía gran miedo a que lo mismo pudiera pasar conmigo, pero también comprendía que no podía hacer nada al respecto. Todo lo que podía era «aceptar mi destino» (como lo dijo Juan Matus) y tratar de vivir el resto de mi encarnación lo más eficazmente posible.
      Después de bajar del tren eléctrico, caminamos a través de un bosque. Yo, como una alumna aplicada, hacía preguntas sobre cada avecita que nos cantaba con el fin de poder memorizar a todas ellas rápidamente.
      Vladimir escogía el camino con cuidado, puesto que en el bosque la nieve todavía no se había derretido completamente y era difícil caminar.
      Finalmente, llegamos a un claro verde, calentado por el sol matutino, en la orilla del mar. Ayer Vladimir me avisó que haríamos una visita a Lorenz Bayron y Konrad Lorenz Divino. El lugar donde llegamos en aquel momento era Su zona de trabajo.
      Con todas mis fuerzas trataba de sentir a Ellos, percibiendo las diferencias energéticas. Pero lo único que logré fue experimentar algunos cambios leves en mi propio estado: dentro del sitio de poder, en las sensaciones aparecía cierta ligereza, como si me soltaran y dejaran desplegar mis alas.
      —Konrad dice que le alegra muchísimo vernos. Y Juanito también está aquí. ¿Tanya, todavía recuerdas a Juanito?
      ¿¡Recuerdo yo a Juanito?! Casi me indigné, pero entendí rápidamente que Vladimir estaba bromeando y enseguida solté una risa.
      —¡Claro que Lo recuerdo!
      —¡Juanito está muy contento de ver aquí a Su amada discípula! —comunicó Vladimir.
      ¡Al oír la palabra «amada», me derretí por dentro de deleite!
      

* * *
      ¡Cubierto de hielo y nieve, el mar brillaba en los rayos del sol matutino! ¡Desde aquel lugar en el que me encontraba, yo lo percibía como una inmensidad y libertad infinitas!
      Vladimir comenzó a explicarnos las tareas para hoy. ¡Deberíamos salir del anahata hacía atrás, expandirnos sobre la inmensidad del mar y experimentarnos como aquella belleza!
      —Pero primeramente debemos beber —de repente dijo él.
      —¿Beber qué? —no entendí yo.
      —Aquello que trajimos… —contestó él, y todos se echaron a reír.
      Tomamos un té de frambuesa con bocadillos de queso y galletas.
      —Mientras masticamos, también podemos meditar —dijo Vladimir tranquila y lentamente, haciendo pausas para que pudiéramos comprender bien lo que fue dicho y realizar en la práctica—. Extendemos un brazo hacia un lado y tomamos el mar con la palma de amor. El otro brazo extendemos hacia el otro lado y lo pasamos debajo de la tierra. ¡Damos nuestro amor a los peces y a los pájaros y a todas las demás criaturas!
      Me esforzaba. En el día de hoy ya podía hacer todo con más facilidad. ¡En el día de hoy había un sol brillante y alegre, que no solamente calentaba, sino que también chispeaba, creando en la nieve miles de reflejos! Parecía que todo alrededor había cambiado o ¿sería que, simplemente, había cambiado mi percepción del mundo?
      Luego salimos a un banco de arena.
      —Aquí empieza otro sitio de poder —Vladimir dio unos pasos adelante y atrás, indicando con sus brazos, con un movimiento como si estuviera tocando una pared, donde estaba el límite del sitio.
      —Sintamos la diferencia. ¡Experimentemos cómo, al cruzar esta línea, el corazón espiritual, de repente, se vuelve grande!
      Yo, de hecho, logré experimentarlo muy claramente. Es como si estuvieras en un corredor estrecho y de pronto salieras afuera, al aire fresco. ¡Y allí puedes percibir distintamente la inmensidad resplandeciente y te expandes con la conciencia en ésta! ¡Pero si das un paso atrás, experimentas cómo «se estrecha» otra vez el mundo alrededor de tu cuerpo e inmediatamente deseas saltar hacia delante!
      Después Vladimir sugirió que nos volviéramos de espaldas al mar y nos expandiéramos desde el anahata hacia atrás. ¡Lo hice y en aquel momento sentí que realmente volé! ¡No vi lo que estaba allí, en esa inmensidad, pero las sensaciones extáticas de ese vuelo llenaron todo mi interior!
      No volé en el significado estricto de esta palabra. Las sensaciones del vuelo de la conciencia en este sitio de poder eran de otro nivel de percepción. ¡Sólo existía el inmenso espacio lleno de Luz y de Amor Divino! Y yo trataba de experimentarme allí totalmente, como esa Luz y ese Amor, y no como mi cuerpo.
      Vladimir propuso que nos hiciéramos las siguientes preguntas: «¿Quién soy?, ¿Dónde estoy?». Lo probé y esto profundizó aún más la Unión. ¡Esa Luz y ese Amor se convirtieron en mí y yo, en Ellos!
      Luego Vladimir continuó, dirigiéndose a mí:
      —¡Desde el estado de esa Unión, extendemos los brazos de la conciencia hacia nuestros cuerpos! ¡Tomémoslos en las palmas! De esta manera es posible sanar tanto el propio cuerpo como los cuerpos de otras personas, independientemente del lugar en el que se encuentren e independientemente de lo que hagan.
      »Y ahora —continuó él en tono poco serio, sonriendo astutamente— experiméntate sentada encima de aquellos bloques lejanos de hielo y mira desde allí a tu cuerpo que está en la orilla. Nuestros Maestros nos dijeron que así sería posible aprender a trasladarse en el espacio junto con el propio cuerpo material. Quizás, logres hacer esto más rápido que nosotros.
      Mientras que la primera tarea —sostener mi propio cuerpo con las palmas de mis manos y calentarlo con mi amor— me pareció muy fácil, la segunda hasta provocó la detención de los pensamientos. ¡No lo esperaba! ¡Esto ya era «demasiadísimo»! Comprendí muy bien que me faltaba mucho para poder hacerlo.
      —¡Bueno, bueno! ¡Era una broma! —Vladimir reía—. ¡Pero no estés parada en el mismo lugar! ¡Mueve no sólo el alma, sino también el cuerpo!
      Vladimir tuvo que recordármelo varias veces, porque, al entusiasmarme con nuevos ejercicios y sensaciones, yo olvidaba completamente que la mayoría de las meditaciones es mucho mejor hacerlas durante un lento caminar.
      Me cansé y me senté sobre un tronco, al otro lado del cual estaba sentado Vladimir en su estado «solar». Aquí hacía mucho más calor, y yo, con agrado, expuse mi cara al sol y me relajé. Pero no por mucho tiempo.
      —Konrad Lorenz está aquí. En este momento nuestros cuerpos se encuentran en Él y Su Rostro está sobre nosotros. Tanya, puedes llenarlo con la conciencia o abrazarlo, acercándote a Él desde afuera de Su Mahadoble. ¡Puedes decirle también que Lo amas!
      Luego Vladimir, aludiendo a mis relaciones recién establecidas con Juanito, añadió de broma:
      —¡Amar a dos tales Hombres a la vez no es pecado en absoluto!
      No entendí totalmente hasta qué grado era una broma. ¡No vi un problema en amar a Juanito y a Konrad Lorenz simultáneamente, pues yo estaba aprendiendo a amar a Dios! ¡Y es maravilloso que se pueda desarrollar las emociones de amor en uno mismo también de esa forma!
      Es más, hace poco tiempo me «apasioné» por dos hombres terrenales a la vez, manteniendo con ambos cierta distancia. «¿Cómo es posible?», exclamaba yo mentalmente. Pero ahora entiendo que amaba en cada uno de ellos sólo sus mejores cualidades. Yo, incluso, imaginaba que si tomara del uno su atención y cuidado y del otro, su ternura y sabia paciencia y luego reuniera todo esto en el otro hombre, ¡sería genial!
      Ahora me río.
      Pero en aquel momento para mí fue importante comprender y organizar este conocimiento. Pues, aunque todos los Representantes del Espíritu Santo son iguales, según Su nivel de sutileza de las Conciencias, y todos vienen de la Morada del Creador, cada uno de Ellos es único y tiene Sus peculiaridades. Por tanto, es necesario aprender a identificar a cada uno de Ellos.
      Me esforzaba muchísimo y hasta puse mi cabeza en el hombro de Konrad Lorenz. ¡No sé si fue oportuno, pero, sin duda, magnífico!
      Después de anotar todos los ejercicios y descansar bajo el solecito, empecé a repasar lo que había aprendido.
      Encontré otra vez los límites del sitio de poder y me cercioré de que podía sentirlos tan bien como antes.
      Intenté salir desde el anahata hacia atrás y expandirme como conciencia; resultó que ya lo podía hacer con menos esfuerzo.
      Pero el arrobamiento más grande sentí al experimentarme, como una conciencia expandida, sobre la inmensidad del mar y al llenar toda esta inmensidad conmigo misma. Desde allí podía sostener mi cuerpo, que parecía infinitamente pequeño, con mis propias palmas.
      Hablando de la aplicación de esas habilidades en el mundo material, Vladimir mencionó que de esa manera yo podría limpiar mi vivienda de las energías groseras, diagnosticar y sanar a mis pacientes, sin importar la distancia, y revisar sus destinos.
      Todas esas perspectivas, por supuesto, me fascinaban. Pero también vi que debería trabajar muchísimo en mi autodesarrollo, trabajar cada día de mi vida para conseguir los resultados.
      Pronto todos nos reunimos otra vez cerca de la hoguera.
      —Cuando descansamos así, es mejor hacerlo sin zapatos— dijo Vladimir y propuso que nos quitáramos las botas.
      Ya que esta vez debajo de mis pies había arena, y no nieve, y además hacía calor, descansar sin zapatos era un verdadero placer.
      —Tiene sentido ponerse calcetines sólo durante el invierno, con la particularidad de que es mejor usar los de lana —añadió él—. Y para que no se gasten tan rápido, uno puede poner los calcetines de tejidos sintéticos encima, ya que son más duraderos.
      Después Vladimir observó durante mucho tiempo mis botas de caucho reflexionando sobre algo y luego, sonriendo, dijo:
      —¡Comprendí en qué consiste la idea simbólica del dibujo en tus botas! Su color parece al color de una cebra. Y dicen que la cebra es el caballo más rápido. Entonces, ¡debes progresar en el Camino espiritual más rápido que todos!
      Nos reímos.
      Los demás miembros del grupo, excepto Vladimir, comieron algo y se fueron a cumplir sus tareas. Pero a mí Vladimir me propuso aprender una nueva meditación, la que el practicante puede hacer en relajación cuando su cuerpo está acostado.
      —Pon tu cuerpo en la tierra de tal manera que te sientas cómoda.
      Enseguida me acosté boca arriba. Al verlo, Vladimir observó:
      —Es mejor evitar dormir sobre la espalda. Ese hábito es la causa frecuente de ronquido. Conozco dos formas de cómo desacostumbrarse de esto. La primera es nunca permitirse a uno mismo acostarse sobre la espalda. Esto es para las personas fuertes. Pero existe también otra forma: uno puede coser un pequeño bolsillo a la espalda de su camisa de dormir y poner allí un bolo de pimpón. No obstante, hay aquellos que son capaces de roncar incluso durmiendo de costado. A ellos se les puede aconsejar aprender a dormir sobre el vientre. No digo todo esto para ti personalmente, ya que no he tenido ocasión de averiguar si roncas o no. Pero sería bueno que tú, como médico, lo sepas para dar a tus pacientes consejos apropiados.
      Después de una pausa, Vladimir añadió:
      En cuanto a los buscadores espirituales, creo que puedo darles un consejo útil, no relacionado directamente con el problema del ronquido. La mejor posición, en las situaciones cuando nos despertamos en la noche o en la mañana en la cama, sería la posición del cuerpo algo así como de costado y de espalda. De todos modos, para las personas diestras es preferible estar en el costado izquierdo. En cuanto a los zurdos, no lo sé; si fuera un zurdo estudiaría infaliblemente este asunto. ¿Por qué esta posición es tan valiosa? Porque contribuye, más que todas otras posiciones del cuerpo acostado, a la percepción de los consejos de Dios.
      —Y ahora —continuó él— unámonos en el Amor con el Espíritu Santo, saliendo del anahata hacia arriba. Después salimos del anahata hacia abajo y percibimos la Tierra como nuestra cama gigante, uniéndonos con su Luz interior. Así lo alternamos varias veces. ¡Al meditar no cerramos los ojos!
      Trataba de hacer todo como me dijo Vladimir, pero aun así sentí que no me salía muy bien. Las emociones ya no estaban tan intensas y la incomodidad física me distraía mucho, ya que, con el solecito deslumbrante, yo quería cerrar mis ojos todo el tiempo o incluso echar un sueño. Además, no podía relajarme porque me molestaban permanentemente pensamientos como «y si lo hago mal, y si no soy idónea para este trabajo, y si no me esfuerzo lo suficiente…».
      Finalmente, tuve que reconocer que no podía realizar este ejercicio muy bien. Vladimir se sorprendió, pero, luego de pensar, dijo que era por el cansancio. De inmediato me sentí mejor. Entonces, el problema no consiste en mi incapacidad.
      Después de asegurarse de que yo descansé, Vladimir me propuso dar una vuelta. Caminamos a lo largo de la orilla.
      —Aquí empieza el sitio de poder de Meniul.
      Me asombré y al mismo tiempo me alegré. Hace algunos años pude comprar el libro Corazón Espiritual. Camino hacia el Creador. Poemas-meditaciones y Revelaciones, bajo la redacción de Vladimir. Me gustaba abrirlo al azar y ver qué me dice Dios hoy a través de lo expuesto en aquel libro. Muy a menudo lo abría en los poemas-meditaciones de Meniul.
      Por ende, seguía a Vladimir con ligereza y alegría, suponiendo que, hasta cierto punto, ya nos habíamos conocido con Meniul.
      Después de habernos parado entre unos pinos cerca de una pequeña laguna, formada de nieve derretida, Vladimir me propuso volverme de espaldas al agua y «caer» con la conciencia, a través de la tierra, en la Luz Que se encontraba allí.
      —Aquí es muy fácil «caer» en la Luz. Y luego uno puede —desde allí— limpiar el propio cuerpo, entrando en éste, desde abajo, a través del meridiano central.
      Por más extraña e inesperada que sonara esa tarea, logré hacerla enseguida. Experimenté claramente que en las profundidades del planeta existe un espacio luminoso, en el cual uno puede sumergirse tan profundamente como lo desee.
      Se acercaron los demás y empezaron a observar con interés mi «viaje a las profundidades de la Tierra», comentando entre sí lo que me estaba ocurriendo. Entonces, ¿todo esto es real? ¿Es la verdad, y no una ilusión o algún tipo de «sugestión no verbal»?
      Vladimir siguió adelante, y nosotros, caminando por los terrones, salimos a otro banco de arena. Aquí él me propuso otra vez «caer» con la conciencia. Luego debía acercarme más al agua y volverme de espaldas al mar.
      —Ahora salimos desde los anahatas hacia atrás y nos expandimos —dijo él, sonriendo y mirándome a mí—. Meniul te abraza. ¿Lo sientes? ¡Le gustas a Él!
      Nos echamos a reír.
      ¡Ahora yo realmente podía experimentar los Toques de los Maestros Divinos, Toques que pueden ser tan extremadamente dichosos! ¡Son como una alegría resplandeciente de una sutileza especial, alegría que llena todo el cuerpo y toda la conciencia! ¡Experimentándolo una y otra vez, yo anhelaba cada vez más convertirme en una conciencia aún más grande y amplia, para poder contener toda esa Divina Alegría en Su totalidad!
      Sentí que tenía «la boca de oreja a oreja». No quería romper ese estado con palabras. Por tanto, en respuesta a las preguntas de Vladimir, solamente sonreía y asentía con la cabeza. ¿Y qué se puede transmitir realmente con palabras en este caso? Éstas sonarían demasiado triviales.
      Quería preguntar a Vladimir si se podía amar a esos tres Hombres simultáneamente. Pero no me atreví y sólo me reí para mis adentros.
      Regresamos al sendero y pasamos unos cuantos metros hasta llegar al sitio de poder de Adler. Desgraciadamente, yo no recordaba nada sobre este Maestro, y Vladimir tampoco me comunicó nada, creo porque pensaba que yo sabía.
      Aquí Vladimir encontró los lugares donde uno podía limpiar sus meridianos y «caer» con la conciencia en las profundidades con más facilidad.
      Más tarde, cuando estábamos sentados cerca de la hoguera, Vladimir recordó (ya no recuerdo con respecto a que) algo que le pasó una vez en el bosque. Un hombre alcohólico que cuidaba las tiendas de campaña de los turistas pidió a Vladimir que le enseñara a encender una hoguera. Pues, dijo que pronto regresarían los turistas que le habían pedido hervir el agua, pero él no lo podría hacer porque no sabía cómo encender una hoguera. Vladimir le explicó todo, dio toda su reserva del papel que tenía en la mochila y se fue. Pero después miró hacia atrás y vio cómo ese hombre puso todo este papel encima de la leña y lo encendió…
      Existen personas que se privan completamente de la facultad de aprender.
      Nos pusimos en camino hacia el tren eléctrico tomando una nueva ruta. El sendero nos llevó a un claro cubierto de dispersos abetos y de pinos jóvenes. Vladimir sintió que aquí también había un sitio de poder, desconocido por ellos. Echó una mirada y dijo tranquilamente:
      —Es otra vez Meniul.
      Después él caminó un poco por el nuevo lugar y propuso que mañana lo visitáramos otra vez para trabajar allí. Todos lo aprobaron con alegría. ¡Les encantaba conocer lo nuevo!


Visita 1

Y ALGUNOS, DESPUÉS DE LLEGAR CASI A LA CÚSPIDE, CAEN

     Larisa conversó mucho conmigo. Ella contaba sobre su vida, sobre su experiencia que podía ayudarme, también daba consejos sobre los contactos con unas u otras personas, con las cuales yo tenía no muy buenas relaciones. Con ella me sentí como una pequeña niña a quien su mamá la cubre cuidadosamente con una cobija antes del anochecer.
      Anna también se volvía a menudo hacia mí, se acercaba y sugería nuevas meditaciones mientras estábamos caminando, por ejemplo, hacia el tren. Ella misma siempre trataba de abrazar y de amar a todo lo viviente y deseaba ayudarme, para que esto también se convirtiera en el motivo principal de mi vida.
      Anna estaba llena permanentemente de una exaltación especial, y esto hasta se reflejaba en su forma de hablar. A veces las entonaciones de su voz, en los lugares emocionalmente importantes, cambiaban de repente, creando la impresión de una pequeña bandada de pájaros alegres que, llamándose uno a otro, levantaba el vuelo. En aquellos momentos yo también quería levantar el vuelo junto con ellos.
      No obstante, con la pareja cuyos nombres decidí no mencionar, no logré intimar. Ellos todo el tiempo se mantenían juntos, pero distantes de los demás. Llegaban juntos y juntos se iban. También noté que ambos llevaban anteojos con lentes grandes. Pregunté a Anna sobre esto. Ella no contestó enseguida, pero, después de pensar un rato, dijo:
      —Puede ser que ellos simplemente no se hayan propuesto este objetivo o, tal vez, sea porque llevan anteojos desde la niñez y ya se acostumbraron.
      No podía comprenderlo completamente. Quizás, porque yo misma empecé a usar anteojos a los dieciocho años y sabía perfectamente qué es poder ver sin ningún medio auxiliar. De todos modos, quería muchísimo recuperar mi vista. Te sientes especialmente mal en el bosque si has olvidado tus anteojos. ¡Pues, quieres ver cada hojita, cada hierbecilla y todos los colores en toda su vivacidad, pero no puedes!
      Recordé una historia que pasó conmigo. En aquel entonces yo estuve de pasante en la sala de recepción de un psiquiatra. Así que, tenía la oportunidad de observar a varios pacientes y la manera de cómo el médico los trataba. Pronto llegó uno que afirmaba poder ver el futuro. Puede ser que él realmente lo viera, pero tomaba su medicina a cada rato. Al mirarme, él, de repente, dice:
      —¡Tú puedes hacer que uno no necesite llevar más anteojos, pero no lo sabes todavía!


Visita 1

¡UN GUERRERO ESPIRITUAL DEBE SER IMPECABLE EN TODO!

      Al llegar a la casa, en el corredor, me saqué mis botas y puse mis pies descalzos sobre el piso. Esto era algo que yo hacía normalmente en mi casa. Larisa lo notó:
      —Ahora tendrás que lavarte los pies. Así no te puedes poner las pantuflas.
      Intenté objetar que había dado solamente unos pasos. Pero Larisa continuó este tema:
      —¡El Guerrero Espiritual debe ser impecable en todo, aún en las cosas pequeñas! Vladimir —ya hace tiempo— nos explicó que nosotros caminamos en las calles, donde las personas enfermas de la tuberculosis podrían haber escupido, y el polvo, que se pega a los zapatos, junto con su expectoración seca y contagiosa, puede llegar así a nuestros departamentos. Si no haces caso a los consejos de Vladimir, él a veces te mira de tal manera que el deseo de discutir desaparece completamente.
      No necesité más explicaciones y me fui al baño a lavarme los pies.
      Después de la cena, Anna me sugirió leer el libro donde los Maestros Divinos cuentan sobre Ellos Mismos, sobre Sus últimas Encarnaciones y sobre Su Camino hacia la Unión con Dios. Este libro ya lo mencioné, es Obras clásicas de la filosofía espiritual.
      ¿No hay gente en mi tierra que necesite ese conocimiento? ¡Y cuántas esperanzas tenía yo en algunas personas! Pues, tengo tantos amigos maravillosos, con quienes hemos estado desde la escuela. Por supuesto, no siempre coincidimos en las ideas y a veces perseguimos en la vida objetivos distintos; no obstante, pase lo que pase, nos aceptamos como somos y tratamos de ayudarnos mutuamente. ¡Siempre he estado agradecida con Dios por mis amigos!
      Aunque antes yo tenía la impresión de que ellos no me comprendían y no tenían la misma cosmovisión, creía que esto pasaba porque no me expresaba correctamente, no me explicaba bien y no llevaba esa vida que podría servir de ejemplo a los demás. Pero ahora me parece que hasta mi mamá sería capaz de aceptar y comprender, en algún momento, todo lo nuevo que haya llegado a mi vida. Pero resulta que no hay nadie…     


Visita 1

¡AQUÍ PUEDES ENTRAR DIRECTAMENTE EN JESÚS!

      ¡El día de hoy vamos al sitio de poder de Meniul!
      ¡Y yo ya puedo vivir sin lentes! Además, puedo extender fácilmente mis brazos desde el corazón espiritual, ya acostumbrado a los estados expandidos, para acariciar y abrazar las copas de los árboles, los pájaros… El sol matutino llena todo el espacio de su tierna luz, y yo sitúo un solecito similar, pero más pequeño, en mi anahata y brillo con éste para todo y todos alrededor.
      La alegría del encuentro con Vladimir y Katia en el tren eléctrico, el viaje, el sendero en el bosque y, finalmente, llegamos al sitio de poder de Meniul.
      Era muy temprano en la mañana. Una neblina ligera flotaba suavemente alrededor. Las ramas de los abetos estaban humedecidas con el rocío.
      Lavamos nuestras manos con nieve y comimos un poco.
      Cuando todos se fueron a trabajar en sus tareas, Vladimir me invitó a seguirlo y, al volverse hacia el mar, comenzó a explicar:
      —Aquí está, dentro del Mahadoble gigante de Meniul, un sitio de poder muy interesante e importante. Está destinado para el trabajo con las tres órbitas: la microcósmica, la macrocósmica y la intermedia. Vamos a comenzar con la intermedia, o sea, con la órbita alrededor del cuerpo. Experimentamos las fronteras del propio capullo y, caminando hacia delante, empezamos a girar la energía alrededor del cuerpo dentro del capullo. Hay que mencionar que en esta área de trabajo de Meniul esa rotación sucede como por sí sola, sin un gran esfuerzo del practicante. Es así porque en este lugar Meniul ayuda a sus discípulos encarnados a dominar dicho ejercicio fundamental.
      Vladimir, caminando hacia delante, mostró cómo había que hacerlo.
      —Y si caminamos en la dirección opuesta, el sentido de la rotación también cambia al opuesto, como por sí solo. ¡Es un sitio de poder muy interesante y extraordinario!
      Intenté experimentar mi capullo. Pero no pude. El problema fue que ni siquiera empecé a trabajar con éste cuando me preparaba para la visita. Lo único que me acordé de este tema fue unas dos esferas alrededor del cuerpo con puntos luminosos, como lo describió Carlos Castaneda. Y no empecé a trabajar con estos ejercicios en mi casa, porque no había imaginado, bajo ningún concepto, que llegara a esos niveles de desarrollo.
      Caminé varias veces por aquí y por allí, pero no sentí ningún cambio, puesto que ni siquiera tenía una idea de dónde está localizado y cómo es ese capullo.
      Vi a Larisa que caminaba hacia mí, repitiendo el mismo ejercicio que yo. Pedí su ayuda, pero al fin tuve que reconocer y decir a Vladimir que no lograba hacerlo.
      Entonces él dijo: «Dejemos los capullos por ahora», y empezó a explicar el principio de la rotación de la energía en la órbita microcósmica. Después de indicarme su trayectoria en el cuerpo, me envió otra vez a trabajar en el sendero según lo explicado.
      Ahora sí logré realmente sentir la rotación, la que, en aquella etapa de mi desarrollo, se parecía al movimiento de una oruga de tractor.
      Después de trabajar con la órbita, decidí volver a trabajar con el capullo. No sé por qué, pero lo experimenté redondo como una bola y, además, transparente. Pregunté a Vladimir sobre esto. Él dijo que un capullo purificado de hecho debe verse completamente transparente.
      —Y en cuanto a Carlos Castaneda, él en realidad no logró abrir su corazón espiritual. Su edad psicogenética no le permitió realizar con facilidad esta autotransformación. Por ende, él simplemente no pudo comprender muchas cosas que practicaban sus compañeros indígenas y las describió inadecuadamente.
      Habiendo cortado sus explicaciones, Vladimir de repente dijo con mucha tranquilidad:
      —Jesús vino. ¡Puedes saludarle! Él está aquí —Vladimir alargó su brazo y señaló en el espacio delante de nosotros—. Ahora puedes entrar directamente en Él, experimentarlo y escuchar lo que está diciendo.
      Habiendo notado mi confusión, Vladimir comentó:
      —Podemos escuchar las palabras de Dios de la mejor manera, siempre y cuando estemos en la meditación: «Existe sólo Él, yo no estoy». Solamente en este caso Sus pensamientos se nos hacen muy claros y entendibles.
      Di un paso hacia delante.
      ¡La intensidad de las sensaciones que surgieron no la puedo comparar con nada! ¡Parecía que no hubo nada salvo Jesús! ¡Las olas de Su Éxtasis traspasaban mi cuerpo! En unos segundos, mi vida entera pasó ante mí y sentí que mi control sobre las emociones fue llevado como una rama seca con un fuerte soplo del viento… Lloré…
      Me parece que sobre Jesús Amoroso yo había sabido siempre. Desde mi niñez temprana, tengo recuerdos de los dibujos animados extranjeros, creados según los temas del Nuevo Testamento, que fueron mostrados en las mañanas durante todo el año y los que yo veía siempre con gusto.
      Aquí tengo 5 o 6 años. Estoy caminando con mi abuelita y le pido que me enseñe a orar. Aún esto era extraño, ya que mis padres, educados en el ateísmo, nunca hablaron conmigo de Dios. Tampoco lo hizo mi abuelita, quien empezó a visitar la iglesia solamente en sus últimos años. Pero yo sabía en aquel entonces que podía preguntarle sobre la oración. Y esto no era un plan premeditado, sino que pasó espontáneamente.
      Y la abuelita empieza: «Padre nuestro, Que estás en el Cielo…», y yo repito. Así aprendí.
      Una vez perdí el zapatito de mi muñeca favorita y estuve muy triste. Temía haberlo perdido en el almiar y entonces nunca lo encontraría. Pero recuerdo que me acerco a la ventana, a través de la cual brilla la luz del sol, me pongo de rodillas y empiezo a orar y a pedir a Dios que me ayude a encontrar el zapatito. Pedí muy sinceramente, aunque nadie nunca me lo enseñó. Luego me puse de pie e iba a hacer mi cama. Pero, de pronto, levanté del piso el extremo de la cubrecama y… ¡Oh alegría! ¡El zapatito!
      Lo agarré, lo estreché contra mi pecho y me fui corriendo a contarle a la abuelita lo que pasó. Ella reaccionó muy moderadamente y mis padres no reaccionaron en absoluto. Pero no me afligí por el hecho de que nadie quiso compartir mi alegría; al contrario, satisfecha, me fui a hacer mis cosas.
      También tengo recuerdos de edad más madura. Una vez, agobiada completamente por los fracasos en la universidad, por las sobrecargas intelectuales y, además, por una fuerte riña con mi mamá, yo, habiéndome «sumergido» profundamente en «mí misma», escondiéndome del mundo como una tortuga en su coraza, rogaba desesperadamente a Dios que viniera y me ayudara. La sensación de la injusticia (según mi medida) de todo lo que sucedía producía en mí una tristeza permanente. Yo lloraba en mi almohada y llamaba a Jesús. ¡Y Él venía! En aquel entonces, yo no lo entendía tanto como ahora, pero sin duda Él venía, porque enseguida me calmaba. Yo imaginaba que Él secaba mis lágrimas, sentado en mi cama y teniéndome de la mano. Y así me dormía.
      ¡Y ahora aquí una nueva etapa de mi vida, el resultado de mis ardientes búsquedas y llamadas! ¡Las palabras apenas pueden describir lo que experimenté en aquellos momentos cuando estuve en Él y Le agradecía una y otra vez!
      Vladimir se había ido, dejándome a solas con Jesús especialmente. Lágrimas brotaban de mis ojos. No pude calmarme de ninguna manera para escuchar aquello que quiso decir Jesús.
      Tuve que salir de aquel lugar. No quise que alguien me viera llorando. Tenía que tranquilizarme urgentemente. Habiendo enjugado otra vez mis lágrimas, puse mi cuerpo bajo un árbol para descansar. Se acercó Vladimir. Él, con aire pensativo, miraba a mi lado, o escuchando o formulando su pensamiento:
      —Ya que tú misma no lograste escuchar lo que dijo Jesús, te lo trasmitiré yo.
      Me quedé inmóvil.
      —¡No has de ignorar aquello que recibes ahora! ¡Es inadmisible! Si esto pasa, será una gran mancha en tu karma.
      Vladimir continuó:
      —Jesús se abrazó con Meniul. Dicen que debes fortalecerte en el nivel logrado.
      ¿Pues cómo? ¿Acaso dudan de mí? ¿Acaso Él supone que yo puedo tratar todo esto como un juego? ¿Quizás, haya hecho algo malo en mis vidas pasadas, si Dios no está seguro de mí? ¿O es el destino de cada alma humana demostrar su fidelidad constantemente?
      Hasta ahora no logro comprender cómo algunas personas que se acercaron tanto a Dios (verbigracia, Olga) pudieron apasionarse de repente por algo pasajero y dar la espalda. En este caso, de hecho, es posible dudar de todos.
      Sin embargo, la parte positiva de esa advertencia consistía en que dejé de llorar completamente.
      No tuve tiempo ni para anotar las palabras de Jesús, y Vladimir ya añade:
      —Kair está aquí. ¡Dice que la «unión con los gatos» debe ser remplazada por la Unión con Dios ahora mismo!
      Sentí que estaba empezando a entrar en el estado de postración. «¡¿Kair?! ¡¿Gatos?! ¡¿Ahora!? ¡¿Cómo ahora?! ¡¿Ahora mismo!?». Intenté entrar en la Unión, pero no logré, por lo visto, nada bueno debido al caos de las emociones y los pensamientos.
      Vladimir sonreía. Me pareció incluso que todo esto fue dicho a propósito para que no me relajara*
. Pero si los Maestros sonreían viendo esta situación y mi reacción, yo no.
      Poco a poco empezaron a llegar los demás. Vladimir también les dijo que Jesús, Meniul y Kair estaban aquí.
      No obstante, no vi en nadie ni siquiera una pizca de la emoción que acababa de sentir. Por el contrario, podría definir su estado como dichoso o beatífico. La paz y la tranquilidad en los rostros, las sonrisas cariñosas… Además, tuve la sensación de que ellos estaban aquí solamente con una parte pequeñísima de ellos mismos, y su mayor parte estaba muy lejos, en la infinidad… Pero esto no les impedía ver, oír y comprender todo lo que pasaba aquí.


*  En este caso la palabra «relajarse» se usa en el sentido de «dejar alguien de mantener un esfuerzo» (nota del traductor).