Visita 2

CADA UNO ESCOGE SU CAMINO POR SÍ MISMO

      ¡Ah, verano! ¡Yo nuevamente «vuelo» a esta ciudad para visitar a mis amigos y sumergirme enteramente en el mundo del amor, de la alegría y de la armonía!
      Había caído una fuerte lluvia después de un largo período de sofocante calor, y la frescura muy esperada estaba en el aire. Yo respiraba con agrado, a pleno pulmón. Un arco iris gigante apareció en el cielo. Éste no se escondía detrás de las nubes, sino que resplandecía en toda su belleza, y se lo podía ver completamente. ¡Percibía las alas de la libertad detrás de mi espalda! ¡Estuve «volando» al encuentro con mi felicidad, al encuentro con el Amor Divino!
      Con alegría me encontré con Anna.
      Ella me informó que me esperaban noticias interesantes y alegres, pero que también tenía noticias tristes.
      Resultó que aquella pareja conyugal que se mantenía lejos de mí durante mi visita anterior tuvo que abandonar el grupo. Esto pasó, porque ellos comenzaron a cometer errores incompatibles con el progreso espiritual. En particular, se sintieron impecables en sus actos, lo que engendró varios errores garrafales en su servicio espiritual, a pesar de que Vladimir trataba muchas veces de hacerles comprender. Pero ellos, en vez de arrepentirse y corregirse, se alejaban cada vez más de Dios debido a su orgullo.
      Luego empezaron a perder sus logros meditativos, porque Dios les privaba de la facultad de meditar. Sus viejas enfermedades crónicas se agravaron.
      Pronto ya fue imposible realizar junto con esta pareja las prácticas grupales de meditación, debido a que ellos perdieron su sutileza emocional. En cambio, la grosería de las conciencias iba aumentando.
      Ellos comenzaron a oponerse emocionalmente a Vladimir y a culparlo a él, y no a ellos mismos, de todas las calamidades que les sucedieron.
      «Diez años hombro a hombro. Llegaron casi a la cúspide y cayeron. Resultó que esto ocurre aun en las alturas del Camino espiritual», fue lo único que pude pensar en aquel momento.
      Recordé nuestra despidida, cuando los vi por última vez. Nos abrazamos fuertemente, y yo iba a alegrarme de que la pared entre nosotros se hubiera quebrado. En aquel corto momento ellos me parecieron tan calurosos y cordiales. Les dije: «¡Regresaré!».
      Pero su reacción me cogió de sorpresa. Esperaba de ellos por lo menos una sonrisa a causa de mi graciosa y pomposa «despidida». No obstante, en sus ojos vi distintamente sólo la turbación. ¡¿Por qué?! En aquel entonces no lo pude comprender.
      Nos quedamos sentadas con Anna durante algún tiempo en la neblina de la tristeza y luego dejamos que este tema pasara. Cada uno tiene su camino y lo escoge por sí mismo.
        

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