Visita 1

¡ME CONVERTÍ EN UNA CONCIENCIA GRANDE SOBRE LA VASTEDAD DEL MAR!

      Madrugada. El tierno solecito brilla.
      Paso con la conciencia a través de todos los chakras, de arriba abajo, de abajo arriba, miro a todos los lados desde el anahata, «atrapo» con las palmas de la conciencia a las palomas para acariciarlas, observo a las personas. Se puede oír la risa y las voces animadas de la juventud despreocupada; en cambio, los adultos llevan principalmente caras perturbadas o dormidas. Las personas sin hogar también empiezan a su manera su «día laboral». Quietud en la cuidad. Pocos carros pasan. La frescura de la madrugada.
      Yo noté que de los ejercicios meditativos uno también se cansa como de los ejercicios físicos. Y si no me cansé sosteniendo con mis palmas el río por ambos lados de mi cuerpo, esto solamente significa que me distraje o perdí la concentración involuntariamente.
      Ya no temía tanto a Vladimir, pero todavía sentía cierta tensión en su presencia. Es que no quería soltar algo sin pensar, por lo que Vladimir podría hacer una alusión cortés a mi nivel insuficiente del desarrollo intelectual.
      El hecho es que oí hablar muchísimo de los adeptos que, a pesar de tener un anahata desarrollado, se desviaron del Camino, porque no fueron capaces de asimilar intelectualmente las siguientes etapas del desarrollo. Tenía gran miedo a que lo mismo pudiera pasar conmigo, pero también comprendía que no podía hacer nada al respecto. Todo lo que podía era «aceptar mi destino» (como lo dijo Juan Matus) y tratar de vivir el resto de mi encarnación lo más eficazmente posible.
      Después de bajar del tren eléctrico, caminamos a través de un bosque. Yo, como una alumna aplicada, hacía preguntas sobre cada avecita que nos cantaba con el fin de poder memorizar a todas ellas rápidamente.
      Vladimir escogía el camino con cuidado, puesto que en el bosque la nieve todavía no se había derretido completamente y era difícil caminar.
      Finalmente, llegamos a un claro verde, calentado por el sol matutino, en la orilla del mar. Ayer Vladimir me avisó que haríamos una visita a Lorenz Bayron y Konrad Lorenz Divino. El lugar donde llegamos en aquel momento era Su zona de trabajo.
      Con todas mis fuerzas trataba de sentir a Ellos, percibiendo las diferencias energéticas. Pero lo único que logré fue experimentar algunos cambios leves en mi propio estado: dentro del sitio de poder, en las sensaciones aparecía cierta ligereza, como si me soltaran y dejaran desplegar mis alas.
      —Konrad dice que le alegra muchísimo vernos. Y Juanito también está aquí. ¿Tanya, todavía recuerdas a Juanito?
      ¿¡Recuerdo yo a Juanito?! Casi me indigné, pero entendí rápidamente que Vladimir estaba bromeando y enseguida solté una risa.
      —¡Claro que Lo recuerdo!
      —¡Juanito está muy contento de ver aquí a Su amada discípula! —comunicó Vladimir.
      ¡Al oír la palabra «amada», me derretí por dentro de deleite!
      

* * *
      ¡Cubierto de hielo y nieve, el mar brillaba en los rayos del sol matutino! ¡Desde aquel lugar en el que me encontraba, yo lo percibía como una inmensidad y libertad infinitas!
      Vladimir comenzó a explicarnos las tareas para hoy. ¡Deberíamos salir del anahata hacía atrás, expandirnos sobre la inmensidad del mar y experimentarnos como aquella belleza!
      —Pero primeramente debemos beber —de repente dijo él.
      —¿Beber qué? —no entendí yo.
      —Aquello que trajimos… —contestó él, y todos se echaron a reír.
      Tomamos un té de frambuesa con bocadillos de queso y galletas.
      —Mientras masticamos, también podemos meditar —dijo Vladimir tranquila y lentamente, haciendo pausas para que pudiéramos comprender bien lo que fue dicho y realizar en la práctica—. Extendemos un brazo hacia un lado y tomamos el mar con la palma de amor. El otro brazo extendemos hacia el otro lado y lo pasamos debajo de la tierra. ¡Damos nuestro amor a los peces y a los pájaros y a todas las demás criaturas!
      Me esforzaba. En el día de hoy ya podía hacer todo con más facilidad. ¡En el día de hoy había un sol brillante y alegre, que no solamente calentaba, sino que también chispeaba, creando en la nieve miles de reflejos! Parecía que todo alrededor había cambiado o ¿sería que, simplemente, había cambiado mi percepción del mundo?
      Luego salimos a un banco de arena.
      —Aquí empieza otro sitio de poder —Vladimir dio unos pasos adelante y atrás, indicando con sus brazos, con un movimiento como si estuviera tocando una pared, donde estaba el límite del sitio.
      —Sintamos la diferencia. ¡Experimentemos cómo, al cruzar esta línea, el corazón espiritual, de repente, se vuelve grande!
      Yo, de hecho, logré experimentarlo muy claramente. Es como si estuvieras en un corredor estrecho y de pronto salieras afuera, al aire fresco. ¡Y allí puedes percibir distintamente la inmensidad resplandeciente y te expandes con la conciencia en ésta! ¡Pero si das un paso atrás, experimentas cómo «se estrecha» otra vez el mundo alrededor de tu cuerpo e inmediatamente deseas saltar hacia delante!
      Después Vladimir sugirió que nos volviéramos de espaldas al mar y nos expandiéramos desde el anahata hacia atrás. ¡Lo hice y en aquel momento sentí que realmente volé! ¡No vi lo que estaba allí, en esa inmensidad, pero las sensaciones extáticas de ese vuelo llenaron todo mi interior!
      No volé en el significado estricto de esta palabra. Las sensaciones del vuelo de la conciencia en este sitio de poder eran de otro nivel de percepción. ¡Sólo existía el inmenso espacio lleno de Luz y de Amor Divino! Y yo trataba de experimentarme allí totalmente, como esa Luz y ese Amor, y no como mi cuerpo.
      Vladimir propuso que nos hiciéramos las siguientes preguntas: «¿Quién soy?, ¿Dónde estoy?». Lo probé y esto profundizó aún más la Unión. ¡Esa Luz y ese Amor se convirtieron en mí y yo, en Ellos!
      Luego Vladimir continuó, dirigiéndose a mí:
      —¡Desde el estado de esa Unión, extendemos los brazos de la conciencia hacia nuestros cuerpos! ¡Tomémoslos en las palmas! De esta manera es posible sanar tanto el propio cuerpo como los cuerpos de otras personas, independientemente del lugar en el que se encuentren e independientemente de lo que hagan.
      »Y ahora —continuó él en tono poco serio, sonriendo astutamente— experiméntate sentada encima de aquellos bloques lejanos de hielo y mira desde allí a tu cuerpo que está en la orilla. Nuestros Maestros nos dijeron que así sería posible aprender a trasladarse en el espacio junto con el propio cuerpo material. Quizás, logres hacer esto más rápido que nosotros.
      Mientras que la primera tarea —sostener mi propio cuerpo con las palmas de mis manos y calentarlo con mi amor— me pareció muy fácil, la segunda hasta provocó la detención de los pensamientos. ¡No lo esperaba! ¡Esto ya era «demasiadísimo»! Comprendí muy bien que me faltaba mucho para poder hacerlo.
      —¡Bueno, bueno! ¡Era una broma! —Vladimir reía—. ¡Pero no estés parada en el mismo lugar! ¡Mueve no sólo el alma, sino también el cuerpo!
      Vladimir tuvo que recordármelo varias veces, porque, al entusiasmarme con nuevos ejercicios y sensaciones, yo olvidaba completamente que la mayoría de las meditaciones es mucho mejor hacerlas durante un lento caminar.
      Me cansé y me senté sobre un tronco, al otro lado del cual estaba sentado Vladimir en su estado «solar». Aquí hacía mucho más calor, y yo, con agrado, expuse mi cara al sol y me relajé. Pero no por mucho tiempo.
      —Konrad Lorenz está aquí. En este momento nuestros cuerpos se encuentran en Él y Su Rostro está sobre nosotros. Tanya, puedes llenarlo con la conciencia o abrazarlo, acercándote a Él desde afuera de Su Mahadoble. ¡Puedes decirle también que Lo amas!
      Luego Vladimir, aludiendo a mis relaciones recién establecidas con Juanito, añadió de broma:
      —¡Amar a dos tales Hombres a la vez no es pecado en absoluto!
      No entendí totalmente hasta qué grado era una broma. ¡No vi un problema en amar a Juanito y a Konrad Lorenz simultáneamente, pues yo estaba aprendiendo a amar a Dios! ¡Y es maravilloso que se pueda desarrollar las emociones de amor en uno mismo también de esa forma!
      Es más, hace poco tiempo me «apasioné» por dos hombres terrenales a la vez, manteniendo con ambos cierta distancia. «¿Cómo es posible?», exclamaba yo mentalmente. Pero ahora entiendo que amaba en cada uno de ellos sólo sus mejores cualidades. Yo, incluso, imaginaba que si tomara del uno su atención y cuidado y del otro, su ternura y sabia paciencia y luego reuniera todo esto en el otro hombre, ¡sería genial!
      Ahora me río.
      Pero en aquel momento para mí fue importante comprender y organizar este conocimiento. Pues, aunque todos los Representantes del Espíritu Santo son iguales, según Su nivel de sutileza de las Conciencias, y todos vienen de la Morada del Creador, cada uno de Ellos es único y tiene Sus peculiaridades. Por tanto, es necesario aprender a identificar a cada uno de Ellos.
      Me esforzaba muchísimo y hasta puse mi cabeza en el hombro de Konrad Lorenz. ¡No sé si fue oportuno, pero, sin duda, magnífico!
      Después de anotar todos los ejercicios y descansar bajo el solecito, empecé a repasar lo que había aprendido.
      Encontré otra vez los límites del sitio de poder y me cercioré de que podía sentirlos tan bien como antes.
      Intenté salir desde el anahata hacia atrás y expandirme como conciencia; resultó que ya lo podía hacer con menos esfuerzo.
      Pero el arrobamiento más grande sentí al experimentarme, como una conciencia expandida, sobre la inmensidad del mar y al llenar toda esta inmensidad conmigo misma. Desde allí podía sostener mi cuerpo, que parecía infinitamente pequeño, con mis propias palmas.
      Hablando de la aplicación de esas habilidades en el mundo material, Vladimir mencionó que de esa manera yo podría limpiar mi vivienda de las energías groseras, diagnosticar y sanar a mis pacientes, sin importar la distancia, y revisar sus destinos.
      Todas esas perspectivas, por supuesto, me fascinaban. Pero también vi que debería trabajar muchísimo en mi autodesarrollo, trabajar cada día de mi vida para conseguir los resultados.
      Pronto todos nos reunimos otra vez cerca de la hoguera.
      —Cuando descansamos así, es mejor hacerlo sin zapatos— dijo Vladimir y propuso que nos quitáramos las botas.
      Ya que esta vez debajo de mis pies había arena, y no nieve, y además hacía calor, descansar sin zapatos era un verdadero placer.
      —Tiene sentido ponerse calcetines sólo durante el invierno, con la particularidad de que es mejor usar los de lana —añadió él—. Y para que no se gasten tan rápido, uno puede poner los calcetines de tejidos sintéticos encima, ya que son más duraderos.
      Después Vladimir observó durante mucho tiempo mis botas de caucho reflexionando sobre algo y luego, sonriendo, dijo:
      —¡Comprendí en qué consiste la idea simbólica del dibujo en tus botas! Su color parece al color de una cebra. Y dicen que la cebra es el caballo más rápido. Entonces, ¡debes progresar en el Camino espiritual más rápido que todos!
      Nos reímos.
      Los demás miembros del grupo, excepto Vladimir, comieron algo y se fueron a cumplir sus tareas. Pero a mí Vladimir me propuso aprender una nueva meditación, la que el practicante puede hacer en relajación cuando su cuerpo está acostado.
      —Pon tu cuerpo en la tierra de tal manera que te sientas cómoda.
      Enseguida me acosté boca arriba. Al verlo, Vladimir observó:
      —Es mejor evitar dormir sobre la espalda. Ese hábito es la causa frecuente de ronquido. Conozco dos formas de cómo desacostumbrarse de esto. La primera es nunca permitirse a uno mismo acostarse sobre la espalda. Esto es para las personas fuertes. Pero existe también otra forma: uno puede coser un pequeño bolsillo a la espalda de su camisa de dormir y poner allí un bolo de pimpón. No obstante, hay aquellos que son capaces de roncar incluso durmiendo de costado. A ellos se les puede aconsejar aprender a dormir sobre el vientre. No digo todo esto para ti personalmente, ya que no he tenido ocasión de averiguar si roncas o no. Pero sería bueno que tú, como médico, lo sepas para dar a tus pacientes consejos apropiados.
      Después de una pausa, Vladimir añadió:
      En cuanto a los buscadores espirituales, creo que puedo darles un consejo útil, no relacionado directamente con el problema del ronquido. La mejor posición, en las situaciones cuando nos despertamos en la noche o en la mañana en la cama, sería la posición del cuerpo algo así como de costado y de espalda. De todos modos, para las personas diestras es preferible estar en el costado izquierdo. En cuanto a los zurdos, no lo sé; si fuera un zurdo estudiaría infaliblemente este asunto. ¿Por qué esta posición es tan valiosa? Porque contribuye, más que todas otras posiciones del cuerpo acostado, a la percepción de los consejos de Dios.
      —Y ahora —continuó él— unámonos en el Amor con el Espíritu Santo, saliendo del anahata hacia arriba. Después salimos del anahata hacia abajo y percibimos la Tierra como nuestra cama gigante, uniéndonos con su Luz interior. Así lo alternamos varias veces. ¡Al meditar no cerramos los ojos!
      Trataba de hacer todo como me dijo Vladimir, pero aun así sentí que no me salía muy bien. Las emociones ya no estaban tan intensas y la incomodidad física me distraía mucho, ya que, con el solecito deslumbrante, yo quería cerrar mis ojos todo el tiempo o incluso echar un sueño. Además, no podía relajarme porque me molestaban permanentemente pensamientos como «y si lo hago mal, y si no soy idónea para este trabajo, y si no me esfuerzo lo suficiente…».
      Finalmente, tuve que reconocer que no podía realizar este ejercicio muy bien. Vladimir se sorprendió, pero, luego de pensar, dijo que era por el cansancio. De inmediato me sentí mejor. Entonces, el problema no consiste en mi incapacidad.
      Después de asegurarse de que yo descansé, Vladimir me propuso dar una vuelta. Caminamos a lo largo de la orilla.
      —Aquí empieza el sitio de poder de Meniul.
      Me asombré y al mismo tiempo me alegré. Hace algunos años pude comprar el libro Corazón Espiritual. Camino hacia el Creador. Poemas-meditaciones y Revelaciones, bajo la redacción de Vladimir. Me gustaba abrirlo al azar y ver qué me dice Dios hoy a través de lo expuesto en aquel libro. Muy a menudo lo abría en los poemas-meditaciones de Meniul.
      Por ende, seguía a Vladimir con ligereza y alegría, suponiendo que, hasta cierto punto, ya nos habíamos conocido con Meniul.
      Después de habernos parado entre unos pinos cerca de una pequeña laguna, formada de nieve derretida, Vladimir me propuso volverme de espaldas al agua y «caer» con la conciencia, a través de la tierra, en la Luz Que se encontraba allí.
      —Aquí es muy fácil «caer» en la Luz. Y luego uno puede —desde allí— limpiar el propio cuerpo, entrando en éste, desde abajo, a través del meridiano central.
      Por más extraña e inesperada que sonara esa tarea, logré hacerla enseguida. Experimenté claramente que en las profundidades del planeta existe un espacio luminoso, en el cual uno puede sumergirse tan profundamente como lo desee.
      Se acercaron los demás y empezaron a observar con interés mi «viaje a las profundidades de la Tierra», comentando entre sí lo que me estaba ocurriendo. Entonces, ¿todo esto es real? ¿Es la verdad, y no una ilusión o algún tipo de «sugestión no verbal»?
      Vladimir siguió adelante, y nosotros, caminando por los terrones, salimos a otro banco de arena. Aquí él me propuso otra vez «caer» con la conciencia. Luego debía acercarme más al agua y volverme de espaldas al mar.
      —Ahora salimos desde los anahatas hacia atrás y nos expandimos —dijo él, sonriendo y mirándome a mí—. Meniul te abraza. ¿Lo sientes? ¡Le gustas a Él!
      Nos echamos a reír.
      ¡Ahora yo realmente podía experimentar los Toques de los Maestros Divinos, Toques que pueden ser tan extremadamente dichosos! ¡Son como una alegría resplandeciente de una sutileza especial, alegría que llena todo el cuerpo y toda la conciencia! ¡Experimentándolo una y otra vez, yo anhelaba cada vez más convertirme en una conciencia aún más grande y amplia, para poder contener toda esa Divina Alegría en Su totalidad!
      Sentí que tenía «la boca de oreja a oreja». No quería romper ese estado con palabras. Por tanto, en respuesta a las preguntas de Vladimir, solamente sonreía y asentía con la cabeza. ¿Y qué se puede transmitir realmente con palabras en este caso? Éstas sonarían demasiado triviales.
      Quería preguntar a Vladimir si se podía amar a esos tres Hombres simultáneamente. Pero no me atreví y sólo me reí para mis adentros.
      Regresamos al sendero y pasamos unos cuantos metros hasta llegar al sitio de poder de Adler. Desgraciadamente, yo no recordaba nada sobre este Maestro, y Vladimir tampoco me comunicó nada, creo porque pensaba que yo sabía.
      Aquí Vladimir encontró los lugares donde uno podía limpiar sus meridianos y «caer» con la conciencia en las profundidades con más facilidad.
      Más tarde, cuando estábamos sentados cerca de la hoguera, Vladimir recordó (ya no recuerdo con respecto a que) algo que le pasó una vez en el bosque. Un hombre alcohólico que cuidaba las tiendas de campaña de los turistas pidió a Vladimir que le enseñara a encender una hoguera. Pues, dijo que pronto regresarían los turistas que le habían pedido hervir el agua, pero él no lo podría hacer porque no sabía cómo encender una hoguera. Vladimir le explicó todo, dio toda su reserva del papel que tenía en la mochila y se fue. Pero después miró hacia atrás y vio cómo ese hombre puso todo este papel encima de la leña y lo encendió…
      Existen personas que se privan completamente de la facultad de aprender.
      Nos pusimos en camino hacia el tren eléctrico tomando una nueva ruta. El sendero nos llevó a un claro cubierto de dispersos abetos y de pinos jóvenes. Vladimir sintió que aquí también había un sitio de poder, desconocido por ellos. Echó una mirada y dijo tranquilamente:
      —Es otra vez Meniul.
      Después él caminó un poco por el nuevo lugar y propuso que mañana lo visitáramos otra vez para trabajar allí. Todos lo aprobaron con alegría. ¡Les encantaba conocer lo nuevo!

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