EL APÓSTOL ANDRÉS: «¡CONVIÉRTETE EN EL INFINITO AMOR!»
Silencio, una superficie tranquila del agua, el cielo azul despejado… Experimento a Andrés, experimento Su Profundo Silencio…
¡Al instante comprendo con agudeza que las Grandes Almas Divinas están aquí y, dirigiéndome mentalmente a todas las personas de la Tierra, les digo que ninguno de los Grandes ha desaparecido, sino que, por el contrario, Todos Ellos están Vivos y existen aquí y ahora!
¡Estaba llena de felicidad y de gratitud a Dios por haberme dado la oportunidad de llegar a saber esto y de comunicarme en aquel momento con el Apóstol real de Jesús, Andrés!
De repente, empiezo a respirar con cierta dificultad y una sensación extraña aparece en mi cuerpo. Veo la imagen de un hombre sumergido en una tranquilidad profunda. ¡Una barba clara enmarca Su rostro y Sus ojos son de color azul celeste! ¡Ojos tan bellos, tan inmensos y radiantes! Experimento que yo misma miro con estos ojos…
Se me acerca Anna:
—Andrés ahora está unido con tu cuerpo. Él quiere que Le experimentes.
Con alegría silenciosa, confirmo que así es.
Trato de intensificar la Unión. Me percibo a mí misma como Andrés y camino, siendo Él, por una avenida entre los árboles.
Él está sumergido en las profundidades, en la Luz Divina. Y Él Mismo consta de esta Luz. No con palabras, sino con sensaciones comprendo que Él me dice: «¡Sumérgete en esta Luz, cada vez que la vanidad de los pensamientos trate de adueñarse de ti!».
Y Él muestra cómo se lo puede hacer:
Percibo una campana gigante. Estoy dentro de ésta, apoyando mi cabeza contra su parte más alta. Después de llenar esta campana, puedo «caer» más abajo, en la profundidad. Y entonces el flujo de los pensamientos se detiene y una profunda tranquilidad me envuelve.
Los Ojos azules celestes de Andrés, tranquilos e insondables… La Unión con Su infinito Corazón Espiritual…
De nuevo empiezo a oír unos versos poéticos. Pero descubro que olvidé mi libreta en casa y no puedo pedirle a Anna que me preste la suya, ya que ella está escribiendo algo en este momento. Decido intentar memorizar estos versos, pero después de un instante empiezo a olvidarlos. ¡Y qué lastima! ¡Son tan bellos! De pronto Anna levanta sus ojos, se acerca a mí y me da su libreta.
—¡Sentí que la necesitabas muchísimo!
Asentí con la cabeza, comunicándole que debía anotar un poema. Nos reímos. Anna estaba maravillada:
—¡Nunca me ha pasado nada igual!
Más tarde, nos dimos cuenta de que Andrés nos había dictado a nosotras dos simultáneamente. Lo que escuché yo fue esto:
¡El Amor ilimitado hacia todos!
¡Las Profundidades sosegadas!
¡Y el vuelo en la alegría!
¡El pueblo engañado, cansado, torturado
llama al Apóstol Andrés!
Los Brazos cariñosos sacan
de los sueños ilusorios
y llevan hacia el Amor del Rey Celestial…
Lamentablemente, no logré escuchar más. Ya iba a devolver su libreta a Anna, pero ella dijo que Andrés había pedido que me quedara con ésta por ahora. Y entonces entendí que debería anotar la meditación con la campana y las sensaciones que tuve.
Más tarde, Anna leyó las palabras de Andrés dirigidas a mí, las que ella anotó:
¡Palabras son diminutas!
¡No pueden contener todo Mi Amor,
Amor infinito y tierno!
¡Te lo regalo a ti! ¡Estoy aquí contigo!
¡Y siempre estaré cerca!
¡No temas que la maldad y las burlas
reinen por todas partes!
¡Siglo tras siglo, así caminaba Yo,
atravesando la oscuridad,
entre las feas almas humanas,
masculinas y femeninas!
¡Pero aquellos que serán capaces
de escucharme y de comprenderme
estarán Conmigo!
¡Tú podrás enseñar el Amor a las personas!
¡Vamos! ¡Caminaré a tu lado!
¡Al instante comprendo con agudeza que las Grandes Almas Divinas están aquí y, dirigiéndome mentalmente a todas las personas de la Tierra, les digo que ninguno de los Grandes ha desaparecido, sino que, por el contrario, Todos Ellos están Vivos y existen aquí y ahora!
¡Estaba llena de felicidad y de gratitud a Dios por haberme dado la oportunidad de llegar a saber esto y de comunicarme en aquel momento con el Apóstol real de Jesús, Andrés!
De repente, empiezo a respirar con cierta dificultad y una sensación extraña aparece en mi cuerpo. Veo la imagen de un hombre sumergido en una tranquilidad profunda. ¡Una barba clara enmarca Su rostro y Sus ojos son de color azul celeste! ¡Ojos tan bellos, tan inmensos y radiantes! Experimento que yo misma miro con estos ojos…
Se me acerca Anna:
—Andrés ahora está unido con tu cuerpo. Él quiere que Le experimentes.
Con alegría silenciosa, confirmo que así es.
Trato de intensificar la Unión. Me percibo a mí misma como Andrés y camino, siendo Él, por una avenida entre los árboles.
Él está sumergido en las profundidades, en la Luz Divina. Y Él Mismo consta de esta Luz. No con palabras, sino con sensaciones comprendo que Él me dice: «¡Sumérgete en esta Luz, cada vez que la vanidad de los pensamientos trate de adueñarse de ti!».
Y Él muestra cómo se lo puede hacer:
Percibo una campana gigante. Estoy dentro de ésta, apoyando mi cabeza contra su parte más alta. Después de llenar esta campana, puedo «caer» más abajo, en la profundidad. Y entonces el flujo de los pensamientos se detiene y una profunda tranquilidad me envuelve.
Los Ojos azules celestes de Andrés, tranquilos e insondables… La Unión con Su infinito Corazón Espiritual…
De nuevo empiezo a oír unos versos poéticos. Pero descubro que olvidé mi libreta en casa y no puedo pedirle a Anna que me preste la suya, ya que ella está escribiendo algo en este momento. Decido intentar memorizar estos versos, pero después de un instante empiezo a olvidarlos. ¡Y qué lastima! ¡Son tan bellos! De pronto Anna levanta sus ojos, se acerca a mí y me da su libreta.
—¡Sentí que la necesitabas muchísimo!
Asentí con la cabeza, comunicándole que debía anotar un poema. Nos reímos. Anna estaba maravillada:
—¡Nunca me ha pasado nada igual!
Más tarde, nos dimos cuenta de que Andrés nos había dictado a nosotras dos simultáneamente. Lo que escuché yo fue esto:
¡El Amor ilimitado hacia todos!
¡Las Profundidades sosegadas!
¡Y el vuelo en la alegría!
¡El pueblo engañado, cansado, torturado
llama al Apóstol Andrés!
Los Brazos cariñosos sacan
de los sueños ilusorios
y llevan hacia el Amor del Rey Celestial…
Lamentablemente, no logré escuchar más. Ya iba a devolver su libreta a Anna, pero ella dijo que Andrés había pedido que me quedara con ésta por ahora. Y entonces entendí que debería anotar la meditación con la campana y las sensaciones que tuve.
Más tarde, Anna leyó las palabras de Andrés dirigidas a mí, las que ella anotó:
¡Palabras son diminutas!
¡No pueden contener todo Mi Amor,
Amor infinito y tierno!
¡Te lo regalo a ti! ¡Estoy aquí contigo!
¡Y siempre estaré cerca!
¡No temas que la maldad y las burlas
reinen por todas partes!
¡Siglo tras siglo, así caminaba Yo,
atravesando la oscuridad,
entre las feas almas humanas,
masculinas y femeninas!
¡Pero aquellos que serán capaces
de escucharme y de comprenderme
estarán Conmigo!
¡Tú podrás enseñar el Amor a las personas!
¡Vamos! ¡Caminaré a tu lado!
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